jueves, 29 de noviembre de 2007

Charles Taylor se enfrenta al individualismo

Charles Taylor (Montreal, 1931), eminente filósofo e intelectual canadiense, ha recibido el premio Templeton. Dotado con 1,5 millones de dólares -aún más sustancioso que el Premio Nobel-, el premio de la fundación Templeton se suele otorgar a investigadores que en sus respectivos campos han contribuido a poner en relación la cultura contemporánea y las realidades espirituales. Taylor es un hombre que se caracteriza por tender puentes entre corrientes a menudo enfrentadas: Ilustración y comunitarismo, fe y razón, filosofía y acción política. Michael McGann nos lo cuenta en Aceprensa.com.


Partidario ardiente de la identidad propia del Québec francófono, en épocas anteriores concurrió a varias elecciones parlamentarias. A pesar de su apellido inglés, es un quebequés orgulloso de serlo. Sus ideas sobre el multiculturalismo han tenido enorme influencia en estos tiempos en que otros países se enfrentan al problema de la integración de sus minorías. Sin embargo, lo que le ha merecido el premio Templeton a los descubrimientos o los progresos en la investigación sobre las realidades espirituales, son sus obras en torno a la historia de la modernidad y su relación con la teoría moral contemporánea.

Derribar el muro

En el discurso de aceptación del premio, Taylor se centró en la actual brecha que separa la fe y la razón: "Creo que la meta que se ha propuesto sir John Templeton es una de las de mayor importancia y relevancia hoy día: hemos de encontrar alguna forma de derribar el muro que se alza entre nuestra cultura científica contemporánea y los estudios académicos, por una parte, y el ámbito del espíritu, por otra. Este ha sido uno de objetivos que han dirigido mi propio trabajo intelectual, y verlo así reconocido me llena de gozo y humildad a la vez".

Actualmente Taylor es profesor de derecho y filosofía en la Northwestern University (Estados Unidos) y profesor emérito del departamento de filosofía de la Universidad McGill (Montreal). Se ha ganado justo crédito como destacado crítico de lo que llama "individualismo atomista" de ciertas corrientes del pensamiento y de la sociedad occidentales. A lo largo de sus numerosos artículos y libros -en especial Fuentes del yo (Sources of the Self), Hegel y La ética de la autenticidad (The Ethics of Authenticity)- ha sido un atento crítico del individualismo metodológico que ha dominado las ciencias sociales desde el principio del siglo XX.

El hombre aislado de la Ilustración

Es difícil resumir trescientos años de filosofía en pocas palabras. Pero desde la Ilustración del siglo XVIII, las ciencias sociales se han centrado casi exclusivamente en "el individuo" como el portador de la verdad y la dignidad. Esto, a su vez, ha llevado a colocar la verdad en un ámbito abstracto de la razón objetiva, contrapuesto a la historia y a la tradición. Por consiguiente, se ha acabado por transformar los principios morales en un contrato social entre individuos racionales que se ponen de acuerdo en una situación de deliberación ideal.
De ahí que el hombre ideal de la Ilustración es un individuo aislado, que en actitud escéptica guarda las distancias con su iglesia, su comunidad y sus antepasados. De la misma manera, el Estado y la sociedad son meros proveedores de servicios que protegen las libertades y derechos del individuo, gestionan los conflictos y la competencia, y le brindan distintas opciones para su realización y su consumo individuales.

En otros tiempos, la justicia implicaba una concepción compartida del bien moral. Hoy, en cambio, la justicia es una función de la capacidad de la sociedad para proveer a las necesidades materiales de los ciudadanos y para salvaguardar sus libertades. Las grandes cuestiones de la religión y el sentido de la vida se desechan como asuntos en los que el Estado no tiene interés alguno. La consecuencia de este individualismo exagerado, insiste Taylor, es que los filósofos y los cultivadores de las ciencias sociales han perdido de vista las dimensiones sociales e históricas de la verdad y de la personalidad humana.

Taylor reprocha a las teorías morales contemporáneas que son abstractas y sin vida. En ellas, la verdad de los principios morales aparece desconectada de la cuestión de en qué consiste para los seres humanos una vida buena. Por tanto, olvidan lo fundamental que es para todos nosotros la pregunta por el sentido. ¿Cuál es el fin de la existencia? ¿De dónde venimos? ¿Adónde iremos? ¿Qué significa vivir una vida buena? Muchos filósofos contemporáneos desprecian estas cuestiones por considerarlas sin sentido.

Pero, según Taylor, no podemos dejar de lado las realidades espirituales en la vida pública: "La ceguera a la dimensión espiritual de la vida humana nos hace incapaces de explorar cuestiones que son vitales para nosotros. O, por decirlo de modo positivo: recuperar lo espiritual abre horizontes en los que se torna posible hacer descubrimientos importantes e incluso emocionantes".

Contra la secularización radical

Taylor desea invertir la tendencia a la secularización radical. Sostiene que desde el principio mismo de la historia el deseo de conocer la verdad sobre el hombre y el mundo ha impulsado a los seres humanos, ha dado sentido a su vida y ha configurado el desarrollo de la cultura. Sócrates, uno de los padres de la filosofía, pasó su vida intentando responder a la llamada del oráculo de Delfos: conócete a ti mismo. Nuestro planeta está sembrado de testimonios que han dejado distintas civilizaciones de sus esfuerzos por entender la naturaleza trascendental de la existencia humana: pinturas rupestres, antiguas cámaras funerarias en el valle de Boyne (Irlanda), las grandes pirámides del antiguo Egipto...

Pero descubrir el significado de nuestra condición no es empresa que pueda cumplir un individuo atomista. Taylor escribe en su breve pero estimulante libro La ética de la autenticidad: "Solamente si existo en un mun-do en el que la historia, o las exigencias de la naturaleza, o las necesidades de los demás seres humanos, o los deberes propios del ciudadano, o la llamada de Dios, o alguna otra cosa de ese orden, tiene importancia crucial, puedo definir para mí mismo una identidad que no sea trivial".

Taylor siempre ha discutido si es sostenible el proyecto ilustrado de colocar la verdad y la moralidad en el individuo. Predijo que acabaría llevando a una pérdida de solidaridad y de cohesión social, y haría que se extendieran el escepticismo y el relativismo moral. El tiempo le ha dado la razón.

Razones del multiculturalismo

Así pues, en sus libros rastreó el progresivo distanciamiento entre los canadienses, a medida que las crecientes exigencias de trabajo y productividad separaba a las personas de los otros y de sus propias familias. Pasaron de ser personas en una trama de relaciones a convertirse en trabajadores y consumidores de una cadena de producción y consumo.

En sus reflexiones sobre el multiculturalismo y el nacionalismo quebequés, Taylor articuló una visión de la dependencia social del yo, en la que la autoestima, la dignidad y el respeto de los individuos dependen de cómo se relacionan con otros. "Definimos nuestra identidad siempre en diálogo con -a veces en lucha contra- las cosas que quienes son relevantes para nosotros quieren ver en nosotros", dice Taylor. "Incluso después de emanciparnos de algunos de ellos -nuestros padres, por ejemplo- y de que hayamos perdido su presencia, la conversación con ellos continúa en nuestro interior hasta el fin de nuestra vida".

En algunos aspectos, su análisis del multiculturalismo ha sido profético. Sostenía que el liberalismo contemporáneo, centrado en el individuo abstracto como el portador de los derechos y el centro de la moralidad, no sería capaz de responder adecuadamente a los deseos multiculturales de reconocimiento y solidaridad porque tienen que ver fundamentalmente con las necesidades de comunidades y de grupos sociales. Simplemente, no encajan en la mentalidad individualista del proyecto ilustrado.

Pero a pesar de su crítica al individualismo atomista y al proyecto de la modernidad, Taylor nunca ha dado por perdidos del todo a la Ilustración o a la democracia liberal. Su enfoque es positivo, no negativo ni áspero. La Ilustración y la filosofía política liberal que fomentó contienen muchas intuiciones importantes sobre la dignidad de la libertad humana que no deberíamos desechar. Aunque el atomismo subsiguiente que se desarrolló en el siglo XX era equivocado y perjudicial, no deberíamos concluir que la libertad personal y el empeño crítico están sobrevalorados.

Lo que hemos de hacer, dice Taylor, es repensar nuestras ideas de verdad, dignidad y libertad para cimentarlas en el terreno de las tradiciones históricas de pensamiento y reflexión moral que son más sustanciales que el modelo hoy dominante del egoísmo atomista y de la autosuficiencia intelectual. De esta manera la libertad personal será considerada como una expresión de nuestra autocomprensión colectiva más bien que como algo abstracto resultante de un hipotético contrato social entre agentes morales sin relación entre ellos.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

10 claves del cambio climático

¿Ficción o realidad? A pesar de que efectos del calentamiento global como el deshielo polar, la desaparición de áreas costeras o las migraciones suenan todavía lejanos, el cambio climático ya está dejando huella en nuestro planeta. Expertos de la Universidad de Navarra aportan evidencia científica a estas transformaciones en un artículo que publica el último número de “Redacción”.

1 ¿QUÉ ES EL CAMBIO CLIMÁTICO?
“El clima no es estático; ha cambiado a lo largo de la historia y lo hará en el futuro. Si los valores medios de la temperatura de la Tierra, en un periodo suficientemente largo, se incrementan de forma significativa, podríamos hablar de calentamiento global, y por tanto de cambio climático. Pero este fenómeno no tiene por qué ser uniforme para todo el planeta, pudiendo haber lugares que incluso sufran enfriamiento”, destaca Daniel Rodés, profesor del departamento de Zoología y Ecología.

2 ¿QUÉ DIFERENCIA A ÉSTE DE OTROS CAMBIOS CLIMÁTICOS PRODUCIDOS EN LA HISTORIA?
“A lo largo de la historia ha habido numerosos cambios climáticos, producidos de forma lenta y ‘natural’“, indica Daniel Rodés.”Pero han sido la actividad humana, sobre todo desde hace 150 años, y la forma de producción y consumo energético las que han creado cambios en algunos factores del clima de manera rápida. Estas alteraciones han afectado a toda la biosfera; fundamentalmente al aumento de la proporción de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento actual de la atmósfera”.

3 ¿QUÉ PAPEL TIENEN EL CO2 Y OTROS GASES EN EL CAMBIO CLIMÁTICO?
Jesús Miguel Santamaría, profesor del departamento de Química y Edafología, señala que
“existe una correlación temporal entre el incremento de la temperatura y la concentración de este gas, debida al desarrollo industrial y al consiguiente consumo de combustibles fósiles. Además del C02, que contribuye en un 76% al efecto invernadero, existen otros gases –cloroflurocarbonos, metano u óxido nitroso– con un potencial de efecto invernadero muy superior, pero que desempeñan un papel secundario en el calentamiento global, ya que sus concentraciones en la atmósfera son muy inferiores”.

4 ¿LAS CONSECUENCIAS DEL CAMBIO CLIMÁTICO SERÁN DEFINITIVAS PARA LA HUMANIDAD?
“Los pronósticos se basan en modelos muy complejos que dependen de las condiciones iniciales o ‘escenarios’. Los resultados más pesimistas provienen de situaciones donde el crecimiento de población y de combustibles fósiles sigue su ritmo actual o aumenta; y los más optimistas, de un cambio drástico en los hábitos de consumo, y del comportamiento del hombre en la biosfera”, explica Daniel Rodés. “Creo que tras los efectos negativos del cambio climático la Tierra se equilibraría; la cuestión es si el hombre estará todavía aquí”.

5 ¿QUÉ OCURRIRÁ CON LA BIODIVERSIDAD DEL PLANETA?
“Si el cambio climático continúa influirá en la redistribución de las especies como ya sucedió en el pasado. Ya están en retroceso algunos grupos zoológicos, como los anfibios o los corales, más sensibles a algunas variables. Pero las transformaciones son lentas. En 100 años puede haber algún movimiento de plantas mediterráneas hacia el norte, pueden desaparecer especies propias del piso alpino, y entrar por el sur otras más adaptadas a medios más cálidos y secos”, asegura Rafael Jordana, catedrático de Zoología.

6 ¿CUÁLES SON SUS EFECTOS EN LAS PLANTAS?
Para Juan José Irigoyen, de la sección de Biología Vegetal, “las plantas cuentan con mecanismos de adaptación sorprendentes. Se ha comprobado que responden al aumento de CO2 con un mayor crecimiento, pero este efecto beneficioso puede anularse con mayores temperaturas y el descenso de lluvias. Aunque su respuesta depende de muchos factores, la distribución y producción vegetal se verá afectada a medio o largo plazo, como ya se registra en el desplazamiento de algunas especies”.

7 ¿Y PARA LA PRODUCCIÓN DE CULTIVOS?
“Los ambientes cultivados, al ser manipulados (riego, fertilización, etc.), son menos sensibles a los cambios climáticos”, asegura Juan José Irigoyen. “No obstante, en cultivos como la vid se constata una aceleración de la maduración y un aumento del grado alcohólico de la uva. El informe del Panel Intergubernamental sobre el cambio climático señala que en regiones frías del planeta, la producción crecería, y en climas más cálidos, disminuiría”.

8 ¿CUÁL PODRÍA SER EL ESCENARIO DE AQUÍ A UN SIGLO?
Existe una gran incertidumbre. Según las predicciones de los científicos, para 2010 la masa de hielo del Ártico será casi inexistente, se debilitarán las corrientes oceánicas –lo que provocará una alteración del clima mundial–, desaparecerán áreas costeras por el incremento del nivel del mar y habrá migraciones motivadas por la escasez de agua y la variación de las temperaturas, etc. Los países en desarrollo serán, probablemente, los que más sufran, ya que carecen de recursos científicos y económicos o de los sistemas de seguridad social para hacer frente a sus repercusiones”, subraya Jesús Miguel Santamaría.

9 ¿TODAVÍA ESTAMOS A TIEMPO DE EVITAR SU IMPACTO?
“En el cambio climático hay muchos factores que no se pueden controlar; naturales, como el vulcanismo; o cósmicos, como los efectos de los ciclos solares sobre la irradiación. Pero, desde hace un siglo, conocemos la existencia del efecto invernadero, producido por exceso de CO2 o metano. Sobre la producción antropogénica de estos gases sí se puede actuar, con los correspondientes costes económicos y de comportamiento que no todos los países o personas están dispuestos a aceptar”, afirma Rafael Jordana.

10 ¿QUÉ MEDIDAS JURÍDICAS PUEDEN ADOPTARSE?
A nivel internacional, que los Estados asuman responsabilidades con el fin de reducir las emisiones y tomen medidas para hacerlas efectivas. EE. UU., el principal emisor de estos gases, aún no ha ratificado el Protocolo de Kioto de 1997. Asimismo, España se comprometió a no aumentar más de un 15% sus emisiones respecto a 1990 y ya vamos por un 46%. Las medidas son muchas, principalmente el sometimiento a valores límite de emisión. Para el profesor de Derecho Administrativo Ángel Ruiz de Apodaca, “lo difícil es que se cumplan por el coste que conllevan y por la dependencia que tenemos de los combustibles fósiles para generar energía”.
CLAVES DEL

domingo, 25 de noviembre de 2007

La fuerza del Corazón

Aprender a educar los sentimientos sigue siendo hoy una de las grandes tareas pendientes. Muchas veces se olvida que los sentimientos son una poderosa realidad humana, y que –para bien o para mal– son habitualmente lo que con más fuerza nos impulsa o nos retrae en nuestro actuar. Las personas que gozan de una buena educación afectiva suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y hacen rendir mejor su talento natural. En cambio, quienes no logran dominar bien su vida emocional, se debaten en constantes luchas internas que socavan su capacidad de pensar, de trabajar y de relacionarse con los demás. Sobre estas cuestiones entrevistamos hoy a Alfonso Aguiló, autor del libro Educar los sentimientos (Colección "Hacer Familia", Palabra, 1999).

EL OCASO DE UN MITO
-¿Siendo tan importante la educación de los sentimientos, por qué tantas personas consideran el coeficiente intelectual como el principal indicador del talento personal?
-El asunto viene de antiguo. Desde comienzos del siglo XX, se difundió mucho la idea de que el coeficiente intelectual es un dato de partida invariable y decisivo en la vida de una persona. Afortunadamente, esa idea entró en crisis hace ya bastantes años, pues está claro que poseer un elevado coeficiente intelectual puede predecir tal vez quién obtendrá éxito académico –tal como suele evaluarse hoy en nuestro sistema educativo–, pero no mucho más. No es una garantía de éxito profesional, y mucho menos de una vida acertada y feliz.
Hay otras muchas capacidades que tienen más importancia, y entre ellas están las relativas a la educación de los sentimientos, como el conocimiento propio, el autocontrol y el equilibrio emocional, la capacidad de motivarse a uno mismo y a otros, el talento social, el optimismo, la capacidad para reconocer y comprender los sentimientos de los demás, etc.
-¿Y al prestar tanta atención a la educación de los sentimientos, no cabe el riesgo de caer en una educación excesivamente sentimental?
-Son cosas distintas. Ser persona de mucho corazón, o poseer una profunda capacidad afectiva, no constituye en sí ningún peligro. Y si lo constituye, será en la misma medida en que resulta peligroso tener una gran fuerza de voluntad o una portentosa inteligencia: depende de para qué se utilicen.
Como es lógico, no se trata de sustituir a la razón por los sentimientos, ni tampoco lo contrario. Se trata de reconciliar cabeza y corazón, tanto en la familia como en las aulas o en las relaciones humanas en general.

RECONCILIAR CABEZA Y CORAZÓN
-¿Y cómo puede buscarse ese equilibrio?
-De entrada, no podemos desacreditar el corazón porque algunos lo consideren simple sentimentalismo; ni la inteligencia porque otros la vean como un mero racionalismo; ni la voluntad porque otros la reduzcan a un necio voluntarismo. La clave está en encontrar una buena armonía.
Por ejemplo, en las últimas décadas se han declarado diversas cruzadas contra diferentes problemas que amenazan nuestra sociedad: fracaso escolar, alcoholismo, embarazos de adolescentes, drogas, violencia juvenil, etc. Sin embargo, una y otra vez se comprueba que suele llegarse demasiado tarde, cuando la situación ha alcanzado ya grandes proporciones y está fuertemente arraigada en la vida de esas personas.
Y eso sucede porque la información, siendo importante, por sí sola suele resolver muy poco. La mayoría de las veces el problema no es propiamente la droga, ni el alcohol, ni el fracaso escolar, sino las crisis afectivas que atraviesan esas personas, y que les llevan a buscar refugio en esos errores.
-¿La solución entonces es educar mejor los sentimientos?
-En gran parte sí. Al hombre no siempre le basta con comprender lo que es razonable para luego, sólo con eso, practicarlo. El comportamiento humano está lleno de sombras y de matices que escapan al rigor de la lógica, y que campan por sus respetos moviendo resortes subconscientes de la voluntad y los sentimientos.
-Pero tener mucho corazón a veces también traiciona...
-Está claro que hay numerosos vicios y defectos que pueden coexistir con un gran corazón. Hay gente de mucho corazón que son alcohólicos, irascibles, mentirosos o poco honrados. Pero de modo general puede decirse que la riqueza y la plenitud de una persona dependen en gran medida de su capacidad afectiva.
Lo más propiamente humano es ser una persona de corazón, pero sin dejar que éste nos tiranice. Es decir, sin considerarlo la guía suprema de nuestra vida, sino logrando que sea la inteligencia quien se encargue de educarlo. Educarlo para que nos lleve a apasionarnos con cosas grandes, con ideales por los que merezca la pena luchar. Es verdad que las pasiones hacen llorar y sufrir, pero no por eso han de ser algo negativo, porque ¿acaso se puede dar una buena clase, o sacar adelante un proyecto importante, o amar de verdad a otra persona, desde la indiferencia? Sin apasionamiento, ¿habrían existido los grandes hombres que han llenado de luz y de fuerza nuestra historia, nuestra literatura, nuestra cultura? Educar bien nuestras pasiones nos hace más humanos, más libres, más valiosos.

¿UNA REALIDAD OSCURA Y MISTERIOSA?-¿Y cree que la educación de los sentimientos es una tarea un tanto descuidada?
-Sí. Como ha señalado José Antonio Marina, la confusa impresión de que los sentimientos son una realidad oscura y misteriosa, poco racional, casi ajena a nuestro control, ha provocado en muchas personas un considerable desinterés por profundizar en su educación. Sin embargo, los sentimientos son influenciables, corregibles, estimulables. Pueden modelarse bastante más de lo que a primera vista parece.
Es cierto que la mayoría de los sentimientos no se pueden producir directa y libremente. No podemos generar sentimientos de alegría o de tristeza con la misma facilidad con que hacemos otros actos de voluntad (como gobernamos, por ejemplo, los movimientos de los brazos). Pero sí podemos influir en nuestra alegría o nuestra tristeza de modo indirecto, preparando el terreno en nuestro interior, estimulando o rechazando las respuestas afectivas que van surgiendo espontáneamente en nuestro corazón.
-Algunos consideran que eso es esconder los sentimientos espontáneos para sustituirlos por otros que en realidad no se tienen, y que por tanto son falsos, o al menos artificiales.
-Pienso que no debe verse así, pues lo que se busca no es el falseamiento de los sentimientos, sino construir nuestro propio estilo emocional. Debemos ser protagonistas de nuestra propia vida, en vez de pensar que estamos atados a un inexorable destino sentimental.
Si una persona advierte, por ejemplo, que está siendo dominada por sentimientos de envidia, o de egoísmo, o de resentimiento, lo que debe hacer es procurar contener esos sentimientos negativos, al tiempo que procura estimular los correspondientes sentimientos positivos. De esa manera, con el tiempo logrará que éstos acaben imponiéndose sobre aquéllos, y así irá transformando positivamente su propia vida emocional.
-¿Y los sentimientos influyen en las virtudes?
-Cada estilo sentimental favorece unas acciones y entorpece otras. Por tanto, cada estilo sentimental favorece o entorpece una vida psicológicamente sana, y favorece o entorpece la práctica de las virtudes o valores que deseamos alcanzar. No puede olvidarse que la envidia, el egoísmo, la agresividad, o la pereza, son ciertamente carencias de virtud, pero también son carencias de la adecuada educación de los sentimientos que favorecen o entorpecen esa virtud. La práctica de las virtudes favorece la educación del corazón, y viceversa.

SER BUENA PERSONA
-¿Y qué relación piensa usted que hay entre educación de los sentimientos y educación moral?
-Voy a contestarle partiendo de un ejemplo. Recuerdo una ocasión, hace tiempo, en que un profesor amigo mío, refiriéndose a un alumno suyo de once años, de aspecto simpático y despierto, me decía:
«Ese chico es realmente extraordinario, una persona de mucho talento…; es una lástima que no tenga buen corazón. Le gusta distraer a los demás, meterles en líos y después zafarse y quitarse él de en medio. Suele ir a lo suyo, aunque, como es listo, lo sabe disimular. Pero si te fijas bien, te das cuenta de que es egoísta hasta extremos sorprendentes.
Saca unas notas muy buenas, y tiene grandes dotes para casi todo. Lo malo es que parece disfrutar humillando a los que son más débiles o menos inteligentes, y se muestra insensible ante su sufrimiento. Y no pienses que le tengo manía. Es el más brillante de la clase, pero no es una buena persona. Me impresiona su cabeza, pero me aterra su corazón».
Cuando observamos casos como el de ese chico, comprendemos enseguida que debe prestarse una atención muy particular a la educación moral. Y que una buena educación sentimental ha de ayudar, entre otras cosas, a aprender -en lo posible- a disfrutar haciendo el bien y sentir disgusto haciendo el mal.
-Eso no siempre es fácil. ¿Cómo puede lograrse?
-En nuestro interior hay sentimientos que nos empujan a obrar bien, y, junto a ellos, pululan también otros que son como insectos infecciosos que amenazan nuestra vida moral. Por eso debemos procurar modelar nuestros sentimientos para que nos ayuden lo más posible a sentirnos bien con aquello que nos ayuda a construir una vida personal armónica, plena, lograda. Y a sentirnos mal en caso contrario.

EL ATRACTIVO DEL BIEN
-Pero hay ocasiones en que hacer el bien no resulta nada atractivo...
-Es cierto, y por eso digo que hay que procurar educar los sentimientos para que ayuden lo más posible a la vida moral. Por ejemplo, si una persona siente desagrado al mentir, y satisfacción cuando es sincero, eso será una gran ayuda en su vida moral. Igual que si se siente molesto cuando es desleal, o egoísta, o perezoso, o injusto, porque todo eso le alejará de esos errores, y a veces con bastante más fuerza que muchos otros argumentos. De ahí la importancia de educar sabiendo mostrar con viveza el atractivo de la virtud y el bien.
-¿Por qué es tan importante esa imagen?
-Si una persona logra formarse una idea atractiva de las virtudes que desea adquirir, y procura tener bien presentes esas ideas, es mucho más fácil que llegue a poseer esas virtudes. Logrará, además, que ese camino sea menos penoso y más satisfactorio. Por el contrario, si piensa constantemente en el atractivo de los vicios que desea evitar (un atractivo pobre y rastrero, pero que siempre existe, y cuya fuerza no debe menospreciarse), lo más probable es que el innegable encanto que siempre tienen esos errores le haga más difícil despegarse de ellos.
Por eso, profundizar en el atractivo del bien, representarlo en nuestro interior como algo atractivo, alegre y motivador, es más importante de lo que parece. Muchas veces, los procesos de mejora se malogran simplemente porque la imagen de lo que uno se ha propuesto llegar no es lo bastante sugestiva o deseable.
-¿Entonces, con una óptima educación de los sentimientos, apenas costaría esfuerzo llevar una vida ejemplar?
-Está claro que de modo habitual costará menos. De todas formas, por muy buena que sea la educación de una persona, hacer el bien le supondrá con frecuencia un vencimiento, y a veces grande. Pero esa persona sabe bien que siempre sale ganando con el buen obrar.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Aportaciones del cristianismo a la Filosofía

José Ignacio Murillo es el autor de la voz «Antropología» del «Diccionario de Teología» de EUNSA. Resumimos aquí algunas ideas de este trabajo en un punto concreto: la aportación que el cristianismo hace a la Filosofía.

El hombre como persona

Cabe resumir la propuesta antropológica y ética que propone el pensamiento griego diciendo que su ideal de excelencia humano consiste en la imitación de la divinidad. Aunque los diversos filósofos la entienden de modos distintos, todos concuerdan en proponer como ideal la sabiduría, basándose en su aprecio al intelecto.

Con el cristianismo, entra en contacto con el pensamiento griego la visión bíblica del hombre, que introduce nuevos temas y aporta nuevas perspectivas a la reflexión teórica acerca de lo humano. El cristianismo subraya a la vez la trascendencia de Dios y la dependencia radical del hombre respecto de Aquél. No se trata de que, como en la cultura griega, los dioses tengan la misma forma e imagen del hombre, lo que ya es una manifestación de aprecio hacia la naturaleza humana, sino de que el hombre está hecho a imagen del Dios invisible y trascendente. Por eso no es sólo alma (ser viviente), sino también espíritu. El Dios invisible del cristianismo está más emparentado con el Dios de los filósofos que con el de las religiones politeístas, como reconocen los primeros pensadores cristianos (Justino, Orígenes). Pero, a diferencia de lo que ocurre con el dios supremo de la filosofía griega, el Dios de Jesucristo no es sólo el objeto de la aspiración humana de conocer la realidad, sino que llama al hombre y entabla con él un diálogo. Es Dios quien salva la distancia que le separa del hombre, elevándolo a su nivel (gracia) y comunicándose con él de un modo progresivo y adecuado a su naturaleza, que culmina en la Encarnación del Verbo.

Por otra parte, el cristianismo pone como elemento central de la historia común del hombre con Dios, el pecado y la redención. El pecado implica que la criatura es li- bre ante Dios para aceptar o rechazar sus propuestas. Y la iniciativa divina de reconciliación mediante la muerte de su Hijo revela la magnitud y la profundidad del amor de Dios.
La afirmación de que Dios, antes que saber, es amor (cf. 1 Jn 4,8) conduce a situar la excelencia humana en la caridad por encima del saber y a poner de relieve la voluntad y sus actos en el estudio del hombre. Pero, sobre todo, afirmar que la realidad radical y fontal es amor lleva a subrayar la importancia de la libertad -sin la cual no puede existir amor- y de la distinción de personas, que ya no puede ser considerada secundaria ni aparente. En la concepción cristiana, el hombre está llamado a imitar a Dios, pero no sólo en virtud del saber, sino, ante todo, mediante la caridad. El ideal de sabio no desaparece con ello, sino que se modifica al vincularlo a un conocimiento de Dios basado en el amor y que a él conduce.

El cristianismo aporta también una perspectiva distinta a la hora de abordar la distinción de sexos. Según el relato del Génesis, la imagen de Dios como varón Y mujer se encuentra vinculada a la unión fiel y a la fecundidad. Así, en el cristianismo, la distinción de sexos adquiere un valor simbólico trascendente, como elemento de la revelación de Dios al hombre. La alianza entre el varón y la mujer es signo de la unión de Cristo y su Iglesia. Por otra parte, ese valor simbólico, con ser importante, no empaña la idéntica dignidad de ambos. De hecho, la teología de la imagen, especialmente en la Edad Media y siguiendo de modo preferente a san Agustín, considerará central la semejanza con Dios según el espíritu y sus facultades (intelecto y voluntad).
Además, la insistencia en la resurrección de la came supone un fuerte correctivo frente a los espiritualismos del pensamiento antiguo, y alienta a la reconciliación de la materia con el espíritu.

Una aportación decisiva del cristianismo es el descubrimiento de la noción de persona y su progresiva aplicación al ser humano. La noción de persona aparece, en un principio, para resolver el problema terminológico y conceptual que supone la afirmación de que Padre, Hijo y Espíritu Santo sean el mismo Dios, o la unidad sin confusión de Cristo como hombre y Dios. Pero su alumbramiento aporta una nueva luz al hombre para comprenderse a sí mismo. Dos son las características que lo permiten: la superioridad de la noción de persona sobre la de naturaleza y su connotación de referencia o relación. Así, considerar al hombre como persona consigue expresar teóricamente la irreductibilidad Y trascendencia de cada hombre, término de la creación y la redención -de acuerdo con la convicción expresada por san Pablo: «Me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Ga 2,20)-, así como su vocación a la comunión con Dios y con los hombres.

Los Padres de la Iglesia y los escritores eclesiásticos ofrecen interesantes aportaciones a la comprensión del hombre. La reflexión cristiana, desde los primeros escritores como Justino, Ireneo o Tertuliano, pasando por los grandes Padres de la Iglesia, hasta la escolástica, va elaborando progresivamente una síntesis doctrinal, que se verá impulsada a tomar decididamente el método filosófico tras el reencuentro con los filósofos de la Antigüedad, sobre todo en el siglo XIII. La definición de persona que ofrece Boecio en siglo VI como «sustancia individual de naturaleza racional» cobra especial relieve dentro de este desarrollo, que alcanza un punto culminante con Tomás de Aquino, gran exponente, sintetizador e innovador de la sabiduría cristiana de su tiempo.

Tomás de Aquino comparte con la antropología cristiana medieval una concepción que se centra en Dios, entendido como origen y plenificador del orden creado, y estudia al hombre como un ser dentro de un cosmos jerarquizado. Se trata de un ser especial, cabeza del orden material, pero inferior por naturaleza al resto de los seres espirituales. Su lugar es el de mediador. Por lo demás, este autor introduce definitivamente importantes aportaciones aristotélicas en el pensamiento cristiano y, en consecuencia, centra de modo particular su antropología en la condición intelectual del hombre, resultando en definitiva la clave explicativa de su antropología.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Persona femenina, persona masculina (y II)

Persona y sexualidad

¿Qué relación existe entre sexualidad humana y persona? Hay un texto ilustrativo de una de las personas que más ha profundizado en nuestros días en este tema. Ha puesto las bases nada menos que para lo que llama «Teología del cuerpo»:
«La función del sexo, que en cierto sentido es "constitutivo de la persona" (no sólo "atributo de la persona"), demuestra lo profundamente que el hombre, con toda su soledad espiritual, con la unicidad e irrepetibilidad propia de la persona, está constituido por el cuerpo como "él" o "ella"» (Juan Pablo II). Que el sexo es "constitutivo de la persona" (no sólo "atributo de la persona") es mucho afirmar.
Por otra parte hablar de sexualidad es hablar de complementariedad.


El sexo masculino y el femenino están hechos uno para el otro. Forman una unidad de orden superior a la de la persona aislada. Si el sexo está unido a la persona, la pregunta a resolver es la siguiente: ¿es que varón y mujer son también personas diferentes y, por eso, personas complementarias? Como se ve ya tenemos focalizados el tema de la complementariedad y el tema de la persona y la modalización sexual.


Complementariedad varón-mujer

El libro que he escrito sobre “La complementariedad varón-mujer. Nuevas hipótesis”. Lo titulé así porque allí donde juegan masculinidad y feminidad surge fecundidad, no sólo en el aspecto biológico, también en el cultural, en el artístico, en el político y en el social. Lo masculino y lo femenino se potencian uno al otro y posibilitan la fecundidad en todos los ámbitos. Eso es complementariedad.
Sin embargo, se trataba de plantear nuevas hipótesis porque la complementariedad se ha entendido mal. Durante siglos, se ha considerado que el varón era superior a la mujer; ésta no parecía tener valor por sí misma, era el complemento del varón y su única misión era servirle. Otras veces se ha considerado al varón y a la mujer como dos mitades de la humanidad. En este sentido se hizo como una distribución de virtudes y cualidades. Se ha hablado de virtudes femeninas y masculinas. Por último se decía que la complementariedad estaba en un reparto de roles sociales. Esto teñido de una característica: los trabajos desarrollados por las mujeres eran considerados como subalternos y de simple apoyatura a los masculinos. Y durante siglos -como ya se ha dicho anteriormente-, se ha repartido el mundo pensando que la esfera privada pertenecía a las mujeres y la pública a los varones.

Esos modelos de complementariedad están hoy superados. Por referirnos al de la inferioridad no hace falta ni rebatirlo, pues todas las razones pseudocientíficas en las que se apoyaba están hoy desmentidas por las evidencias de la ciencia.Por otra parte, pensar al varón y a la mujer como dos mitades supone no considerar que en cuanto persona, cada uno, en cierto modo, es un todo. En este sentido, dividir las cualidades y las virtudes entre masculinas o femeninas es ilusorio. Las cualidades, en gran medida, dependen de las individualidades, no del sexo. Respecto a las virtudes éstas son humanas y, por tanto, el varón y la mujer pueden vivirlas todas. Lo que sucede es que el varón o la mujer, ordinariamente tienen más inclinación para unas determinadas cualidades o virtudes. Así en términos generales los varones suelen tener mayor capacidad de proyectos a largo plazo, cierta tendencia a la racionalización, la exactitud y el dominio técnico sobre las cosas, etc...; y hay otras cualidades que las aporta generalmente la mujer. Entre otras, es más espontáneo en ella una mayor facilidad para conocer a las personas, la delicadeza en el trato, la capacidad de estar en el concreto, la intuición, la tenacidad. Pues bien, pudiendo vivir todas las virtudes, cada uno ha de aprender -no imitar- del otro sexo. En este sentido, afirmaba Jung que los sexos no sólo son complementarios entre ellos, sino en el interior de cada uno.

Sin embargo, lo verdaderamente importante es que, teniendo cada persona, sea varón o mujer, capacidad para ejercitar todas las virtudes, éstas cristalizan de un modo distinto en el varón y en la mujer. Varón y mujer tienen un modo peculiar de hacer y vivir lo mismo. De ahí surge la verdadera complementariedad. (coro, timbre de voz, tonos, armonía).
La diferencia varón-mujer no se cifra tampoco en tener diversos roles. La mayor parte de los trabajos son intercambiables. Por eso se revelan tan fecundos los equipos laborales formados por varones y mujeres. En cada actividad se hace necesaria la cooperación de los dos sexos, en razón de sus matices femeninos y masculinos.

De ahí que no haya espacios exclusivamente masculinos o femeninos. Familia y cultura son tarea común. Por eso el varón ha de estar más presente en la familia y la mujer en la sociedad. Ambos espacios son comunes. Hace falta ir hacia lo que se podría describir como una familia con padre y una cultura con madre.

Esto requiere muchos cambios sociales. En primer lugar: facilitar la maternidad. La maternidad supone una prestación social de primer orden, cuyo peso no puede recaer exclusivamente sobre la mujer. No debe pagar más y pagar sola. Esto es lo que está pasando actualmente en muchas sociedades. Muchas veces se condiciona el trabajo de la mujer a su posible maternidad, de tal manera que en la práctica se hacen incompatibles muchas veces maternidad y trabajo. Facilitar la maternidad supone estructurar los trabajos con mayor flexibilidad, con nuevos métodos, hacer un plan de reciclajes, crear adecuados servicios sociales en las empresas, etc. Por otra parte el peso de la maternidad no debe caer exclusivamente ni en la mujer, ni sólo en la familia, ni sólo en la empresa. En este campo es necesario que intervenga la subsidiaridad del Estado.

Todo esto supone por parte del varón el descubrimiento de lo que es la paternidad, no sólo con sus propios hijos, sino fomentando ámbitos donde se pueda desarrollar el espíritu maternal. Por otra parte están los derechos de los niños, que necesitan los medios para poder desarrollar una personalidad equilibrada. Y ahí tienen un papel esencial la maternidad y la paternidad. En concreto pienso que en el mundo actual, y desde hace siglos se hace notar un gran déficit de paternidad en la sociedad. Una paternidad que no es paternalismo sino servicio a las personas.

Una optimización de la organización social requiere imaginación. Habitualmente se tiene únicamente un sólo modelo de trabajador: varón, soltero, de 30 años, en plena forma física. En cuanto entran en juego las variables familiares, de salud, etc. ese individuo es rechazado por la estructura social. Esto es particularmente notorio cuando el interesado es una mujer, en época fértil, que desea tener familia. Hace falta imaginación para estructurar trabajos flexibles, donde el trabajo esté al servicio de la persona y de la familia, donde cada cual pueda dar lo mejor de sí mismo en cada una de las circunstancias vitales que vaya atravesando.

Esto requiere que la doctrina social no se haga sólo de un modo abstracto, sino que se vea desde el prisma de que la sociedad está compuesta por individuos iguales y diferentes. Y entre las diferencias aquella que divide realmente la humanidad en dos es la diferencia varón-mujer, una diferencia que no rompe la igualdad. Una diferencia que nos hace complementarios, en la inseparable «unidualidad» de que consta la humanidad.

Persona femenina, persona masculina

Pero no se trata sólo de cambios sociales. Hace falta también una profundización en el pensamiento. A esto responde el segundo libro. Antes veíamos la relación que la sexualidad tiene con la persona, que influye directamente en la identidad personal, y en la personalidad, configura el yo.

La persona tiene al menos dos notas peculiares:
1) Su intimidad. Los clásicos la denominaban incomunicabilidad. Es esa característica que le hace ser única e irrepetible.
2) Otra característica es su apertura. Toda persona está abierta al otro. Una persona única sería una desgracia porque no tendría con quien comunicarse, a quien darse. Todo yo requiere al menos un tú.

Si el sexo, como hemos visto antes configura la persona misma, se podría decir que la apertura constitutiva que tiene cada persona tiene dos modalidades: el varón se abre de un modo peculiar: hacia fuera. La mujer también se abre a los demás con su modo: hacia dentro, acogiendo.

Estos tipos de apertura se pueden expresar con preposiciones, que son las palabras que indican las relaciones. Al varón le correspondería la preposición DESDE, pues parte de sí para darse a los demás. A la mujer le correspondería la preposición EN: pues se abre dando acogida en sí misma.

Esas relaciones se manifiestan de un modo gráfico en la generación de un nuevo ser. El varón al darse sale de sí mismo. Saliendo de él se entrega a la mujer y se queda en ella. La mujer se da pero sin salir de ella. Es apertura pero acogien¬do en ella. Su modo de darse es distinto al del varón y a la vez complementario, pues acoge al varón y a su amor. Sin la mujer el varón no tendría donde ir. Sin el varón la mujer no tendría que acoger. La mujer acoge el fruto de la aportación de los dos y lo guarda hasta que germine y se desarrolle. Durante este proceso el varón está al margen.

Posteriormente la mujer es apertura para dar a luz un ser que tendrá vida propia. A través de la mujer y con ella el varón está también en el hijo. El varón está en la mujer y está en el hijo, pero como fuera de él. La mujer, sin embargo, es sede, casa. El varón está en la mujer. El hijo, cuando ya está fuera de su madre, en cierto modo, sigue estando en ella. También la mujer está en el hijo, pero fundamentalmente ellos están en ella.

Pues bien, este modo de darse diferente y complementario se da en todas los campos y en todas las relaciones humanas heterosexuadas, y apoyándose en la dimensión constitutiva de apertura que la persona tiene podrían dar lugar a dos modos de ser persona la persona femenina y la persona masculina.

La realidad humana sería, entonces, disyuntamente o SER-DESDE o SER-EN. Ahí radicaría la principal diferencia entre varón y mujer, en ser dos tipos de personas distintas, que se abren entre sí de un modo respectivo diferente y complementario. En este sentido el Ser humano sería también más rico que el Ser del cosmos, en el que el transcendental por antonomasia sería el UNO (no el DOS, como en el ser humano, ni el TRES como en el ser divino) ni estaría interna¬mente diferenciado.
La diferencia sexual humana se trataría, entonces, de una diferencia en el mismo interior del SER. Y teniendo en cuenta que el ser humano es personal, sería una diferencia en el seno mismo de la persona. En efecto, lo distinto a la persona -en su mismo nivel- tiene que tener el mismo rango, no puede ser, por tanto, sino otra persona.

Afirmar que la diferencia varón-mujer es una diferencia en la persona supone, por otra parte, haber anclado la diferencia definitivamente en la igualdad. Varón y mujer, cada uno es persona. Tienen la misma categoría; la diferencia entre ellos posee el mismo rango ontológico. La diferencia no rompe la igualdad. Esto vendría a ser un reflejo de la diferencia de las personas divinas en las personas humanas.

La crisis medioambiental, desafío moral

La ONU reúne en Valencia a 450 expertos para preparar el informe que aconsejará a los Gobiernos en la lucha contra el cambio climático. Ban Ki-moon dice que hay medios 'reales y asequibles' para combatir el cambio climático (El Mundo, 18.11.2007)

 
Posted by Picasa

Una vez más la Santa Sede se ha adelantado a los acontecimientos que hacen referencia al bien común con la intervención del observador vaticano, el pasado 31 octubre 2007 (ZENIT.org).- «La crisis medioambiental es un desafío moral», afirmó el arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas en Nueva York, ante la Segunda Comisión de la 62 Asamblea General sobre «El desarrollo sostenible», el prelado recordó que la crisis medioambiental «nos llama a examinar cómo usamos y compartimos los bienes de la tierra y qué pasaremos a las generaciones futuras».

«Los poderes cada vez más amplios del ser humano sobre la naturaleza deben estar acompañados por una así mismo amplia responsabilidad respecto al ambiente», observó. Según la delegación vaticana, «proteger el medio ambiente significa más que defenderlo». Implica «una visión más positiva del ser humano, en el sentido de que a la persona no se la considera un problema o una amenaza para el medio ambiente, sino un responsable del cuidado y la gestión del mismo».

En tal sentido, «non sólo no hay oposición entre el ser humano y el medio ambiente, sino que hay una alianza establecida e imborrable, en la que el medio ambiente condiciona de modo fundamental la vida y el desarrollo del hombre, mientras que el ser humano perfecciona y ennoblece el medio ambiente, mediante su actividad creativa».

La preocupación primaria de la delegación vaticana es por tanto la de subrayar «la importancia de captar el imperativo moral subyacente, por el que todos, sin excepción, tienen una gran responsabilidad en la defensa del medio ambiente». Este deber, prosiguió el arzobispo, no debe ser considerado en oposición al desarrollo pero no tiene tampoco que «ser sacrificado en el altar del desarrollo económico».

Dado que la cuestión medioambiental está directamente relacionada con otras cuestiones fundamentales, constató, la consecuencia es que las necesarias «soluciones solistas» son todavía más difíciles de encontrar. «Mientras tratamos de encontrar el modo mejor de defender el medio ambiente y lograr el desarrollo sostenible, debemos también trabajar por la justicia en las sociedades y entre las naciones», observó el prelado.

En la mayor parte de los países, recordó, «son los pobres y los que no tienen ningún poder los que deben sostener de modo más directo el impacto de la degradación medioambiental». «Imposibilitados de hacer otra cosa, viven en tierras contaminadas, cerca de descargas de residuos tóxicos»; «los agricultores de subsistencia eliminan bosques y forestas para sobrevivir. Sus esfuerzos para llegar a fin de mes, perpetúan el círculo vicioso de pobreza y degradación medioambiental». La necesidad extrema es «la peor de todas las contaminaciones», observó.

El arzobispo Migliore reconoció de todos modos que existen también elementos positivos. «Están emergiendo signos alentadores de una mayor conciencia pública de la interconexión de los desafíos que afrontamos --observó--. Y «el malestar provocado por las previsiones de las consecuencias catastróficas de los cambios climáticos despertó a individuos y a países a la necesidad de cuidar el medio ambiente».

La delegación vaticana auspició por tanto que estos signos positivos puedan llevar a la «consolidación de una visión del progreso humano compatible con el respeto a la naturaleza, y a una mayor solidaridad internacional en la que la responsabilidad por el cuidado del medio ambiente sea compartida de modo equitativo y proporcional entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo, entre ricos y pobres».

«Corresponde a las autoridades asegurar que estos signos prometedores se traduzcan en políticas públicas capaces de detener, invertir el sentido y prevenir la degradación medioambiental, persiguiendo el objetivo del desarrollo sostenible para todos». Las leyes, sin embargo, no bastan para modificar los comportamientos, observó Migliore. Un cambio de actitud exige «un empeño personal y la convicción ética del valor de la solidaridad», así como «una relación equitativa entre los países ricos y los pobres, imponiendo especiales deberes a las estructuras industriales a gran escala, ya sea en los países desarrollados, como en aquellos en vías de desarrollo, para que tomen en serio medidas para la defensa medioambiental».

Una actitud más atenta respecto a la naturaleza, comentó, puede ser además alcanzada y mantenida mediante la educación y una «campaña de conciencia constante». «Cuantas más personas conozcan los diversos aspectos de los desafíos medioambientales que afrontan, mejor se podrá responder», concluyó el prelado.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Tres “secretos” de la calidad de enseñanza

The Economist (20 octubre 2007) resume un estudio de la consultoría McKinsey sobre las claves del éxito de los países que obtienen mejores resultados en el informe PISA. Parece de gran interés esta información que nos fecilita Aceprensa.

 
Posted by Picasa

El informe PISA (Programme for International Student Assessment), que la OCDE elabora cada tres años a partir de exámenes realizados a alumnos de 15 años de numerosos países (más de 60, en la última edición), se ha convertido en la principal obra de referencia sobre calidad de enseñanza en el mundo. Al suministrar resultados académicos normalizados, permite comparaciones internacionales que dan pistas sobre qué funciona y qué no funciona en educación.

Sin embargo, las claves del éxito (o del fracaso) no se descubren a primera vista. El dinero no es decisivo. Australia, que ha triplicado el gasto por alumno desde 1970, no consigue alcanzar a Singapur, que gasta menos que la mayoría de los países. Estados Unidos está en el tercio inferior de la clasificación pese a que desde 1980 casi ha doblado el gasto por alumno y ha bajado el número de alumnos por profesor a un mínimo histórico. En cambio, Corea del Sur está entre los cuatro primeros países en todas las pruebas, con unas aulas muy nutridas. Y si los chicos finlandeses son los primeros en lectura y en ciencias, y los segundos en matemáticas, no es porque se pasen el día estudiando: de hecho, tienen menos horas de clase que sus coetáneos de otros países.

Los profesores son clave

El “misterio” parece estar en que los factores decisivos para la calidad de la enseñanza no son fácilmente cuantificables. El estudio de McKinsey (“How the world’s best performing schools systems come out on top”) concluye que los rasgos comunes a los países que encabezan la tabla PISA (Hong Kong, Finlandia, Corea del Sur, Japón, Canadá) son estos tres: contratan a los mejores profesores, les sacan el máximo partido e intervienen en cuanto los resultados de los alumnos empiezan a bajar. No es precisamente una “revelación”: ¿es que no hacen justamente eso todos los países? El caso es que no, dice McKinsey.

Todo el mundo está de acuerdo en que los profesores son la pieza clave; en palabras de un funcionario coreano citadas por The Economist: “La calidad de un sistema educativo no puede ser mejor que la de sus profesores”. Según estudios hechos en Estados Unidos, añade la revista, si se toman alumnos de capacidad media y se los encomienda a profesores del 20% mejor valorado del cuerpo, acaban dentro del 10% con mejores notas; si se los pone con profesores del 20% más bajo, acaban entre los de peores notas.

Pues bien, en Estados Unidos los profesores proceden, por término medio, del tercio de graduados universitarios con más bajas calificaciones. Y algo semejante ocurre en muchos otros países. En cambio, Corea del Sur recluta a los profesores de primaria del 5% de los mejores graduados, y Singapur y Hong Kong, del 30% mejor. Y el secreto no está en la paga, pues no les ofrecen salarios por encima de la media, mientras que los países donde los profesores cobran más (Alemania, España y Suiza) no destacan en calidad.

Para conseguir a los mejores hay que ser muy selectivo, pero no de cualquier manera. Muchos países forman a gran número de candidatos entre los que después hacen una criba, por ejemplo mediante una oposición para entrar en la enseñanza pública. Los países con mejores resultados siguen otro método. Limitan las plazas en las escuelas de magisterio a la demanda real de profesores, y gastan mucho más en la formación de los que ingresan. Así ocurre, sobre todo, en Finlandia y Singapur; también en Corea del Sur, pero solo con los profesores de primaria, que tienen que prepararse durante cuatro años en alguna de las doce universidades con facultad de Educación. En cambio, los profesores de secundaria coreanos pueden venir de cualquier universidad o college entre el total de 350, y cada año salen 11 licenciados nuevos por cada vacante. Esto ilustra, dentro de un mismo país, la diferencia entre los dos sistemas: en Corea, los profesores de primaria tienen gran prestigio, y los de secundaria no están bien considerados.

Formación práctica

Ahora viene la segunda clave: una vez conseguidos graduados brillantes para incorporarse a la enseñanza, tienen que aprender a ejercerla bien. Los países con mejor calidad de enseñanza facilitan abundante formación práctica a los recién llegados a la carrera docente y fomentan la formación permanente para todos. Por ejemplo, en Singapur, los profesores noveles reciben la tutela de colegas experimentados que se nombran con ese fin en todas las escuelas; y todos tienen 100 horas anuales para formación. En Finlandia, los profesores se distribuyen en equipos para que colaboren: supervisan mutuamente sus clases y tienen una tarde libre a la semana para preparar las lecciones juntos.

El tercer rasgo distintivo de los países con mejores resultados está en lo que hacen cuando las cosas van mal. Lo primero es detectar los problemas, y se diría que para eso es necesario evaluar periódicamente a los alumnos con exámenes normalizados: así se ve cómo va el sistema escolar entero y se descubren las zonas o escuelas donde baja el nivel académico. Pero el estudio de McKinsey no se declara a favor ni en contra de ese método porque no le encuentra relación clara con la calidad. La red escolar pública de Boston, una de las mejores de Estados Unidos, hace un examen anual a todos los alumnos; pero eso mismo se hace, aunque no todos los años, en lugares con peor calidad de enseñanza, como Inglaterra y Gales, donde además se hacen públicos los resultados. En cambio, Finlandia ha prescindido casi por completo de los exámenes nacionales y no publica los resultados de las inspecciones.
Cualquiera que sea la manera en que se descubren los males, los países destacados intervienen pronto y siempre. Finlandia es número uno en profesores dedicados a los alumnos que se quedan atrás: hasta uno de cada siete docentes en algunas escuelas; de modo que allí, en un año normal, uno de cada tres alumnos reciben clases individuales de apoyo. Singapur imparte lecciones extras al 20% de los alumnos más retrasados, con el consiguiente trabajo extra para los profesores.

Las tesis de McKinsey parecen casi triviales, y sin embargo van contra algunos supuestos implícitos de la política educativa, comenta The Economist. Así, es corriente creer que “no es posible conseguir los mejores profesores sin pagar salarios altos; que los profesores en países como Singapur gozan de elevado estatus debido a los valores confucianos; o que los alumnos asiáticos se portan bien y atienden a las clases por razones culturales”. En comparación, “las tesis de McKinsey parecen optimistas: conseguir buenos profesores depende de cómo se los selecciona y se los forma; la docencia puede ser una opción atractiva para los mejores graduados universitarios sin necesidad de pagar una fortuna; y que hay remedio para las escuelas y los alumnos que se quedan rezagados si se aplican las medidas adecuadas”.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

La Responsabilidad según Aristóteles

Continuamos entresacanto ideas de las Eticas de Aristóteles


Por nuestras acciones voluntarias merecemos alabanzas o reproches. Por las involuntarias, indulgencia o compasión. El legislador debe tener esto en cuenta a la hora de recompensar o castigar una conducta.

Son involuntarias las cosas que se hacen por fuerza o ignorancia. A la fuerza puede un hombre ser raptado o llevado a la deriva por el viento y las olas. En cuanto a lo que se hace por temor a males mayores y por una causa noble - por ejemplo, pagar un gran rescate por un familiar amenazado de muerte -, es dudoso si tal conducta debe llamarse voluntaria o involuntaria. Algo semejante ocurre cuando se arroja al mar el cargamento en las tempestades: nadie lo haría en circunstancias normales, pero cuando está en juego la vida de los demás y la propia, lo hacen todos los que tienen sentido común. En tales acciones se mezcla lo voluntario y lo involuntario: son voluntarias porque el que las hace puede no hacerlas, y son involuntarias porque nadie elegiría hacer eso si no se viera forzado a ello.

De todas formas, hay cosas a las que uno no puede ser forzado, y debe preferir cualquier sufrimiento e incluso la muerte: resulta ridículo el caso del Alcmeón de Eurípides, que mata a su madre por escapar a la maldición de su padre.

A veces no es fácil saber qué cosas se deben preferir sobre otras, porque las cuestiones y situaciones particulares son diversísimas. Pero eso no autoriza a pensar que lo que más nos gusta nos resulta forzoso. Sería como echar la culpa de lo que hacemos a lo que está fuera de nosotros, y no a nosotros mismos, que tan fácilmente nos dejamos arrastrar. Las mismas pasiones, no por irracionales son menos humanas. Por eso, dejarse llevar por la ira o por el deseo de placer es propio del hombre, y es ridículo considerar involuntaria tal conducta.

La ignorancia puede darse de muchas maneras: uno puede equivocarse sin querer, puede juzgar mal por falta de datos, se le puede disparar un arma, ofrecer una medicina que mate en lugar de sanar, herir sin pretenderlo, etc. Pero el que se equivoca involuntariamente en virtud de esta clase de ignorancia, tiene que sentir pesar y arrepentimiento por su acción.

Toda acción razonable debe ir precedida por la deliberación. La deliberación se da respecto a las acciones cuyo resultado no es claro. Y si son cuestiones importantes nos hacemos aconsejar y desconfiamos de nosotros mismos. No deliberamos sobre los fines, sino sobre los medios. En efecto, el médico siempre pretenderá curar, y el orador persuadir, y el político legislar: el fin lo dan por sentado, y sólo deliberan sobre el modo y los medios de alcanzarlo. Quiero decir, por ejemplo, que nadie elige estar sano, sino hacer ejercicio o descansar para estar sano; y nadie elige ser feliz, sino ganar dinero o correr algún riesgo para alcanzar la felicidad.

El objeto de la voluntad debe ser el bien, pero cada uno toma como bien lo que le aparece como tal: el hombre bueno toma como bien lo que de verdad lo es, y el hombre malo toma como bien cualquier cosa. Para cada hombre hay bellezas y placeres diferentes, y seguramente en lo que más se distingue el hombre bueno es en juzgar correctamente todas las cosas, siendo así como el canon y la medida de ellas. En cambio, el error de la mayoría parece debido al placer, pues sin ser un bien lo parece, y por eso eligen el placer como si fuera un bien y rehuyen el dolor como un mal.

Si lo propio del hombre es obrar voluntariamente después de deliberar, es claro que tanto la virtud como el vicio van a depender de nosotros. En efecto, siempre que está en nuestro poder el hacer, lo está también el no hacer, y siempre que está en nuestro poder el no, lo está el sí. Por tanto, la posibilidad de hacer lo bueno y lo malo nos da también la posibilidad de ser virtuosos o viciosos.

Cada hombre es responsable de sus acciones voluntarias, y es evidente que la virtud y el vicio están entre las cosas voluntarias, pues no hay ninguna necesidad de cometer acciones malas. Por esto, el vicio es censurable, y la virtud elogiable.

Decir que nadie es malo voluntariamente es una verdad a medias. Cualquier persona sabe que la maldad es voluntaria, y los legisladores así lo aceptan cuando penalizan a los que van contra la ley sin haber sido obligados y sin ignorancia responsable. No depende de nosotros sentir calor o frío, pero sí dependen nuestros actos libres. Incluso la ignorancia puede castigarse si el delincuente parece culpable de ella. Por eso a los embriagados se les impone doble castigo, pues eran muy dueños de no embriagarse. También se castiga a los que desconocen leyes que debían conocer. Y, en general, a todos los que ignoran algo por negligencia.

Hay hombres tan echados a perder que no parecen responsables de sus actos. Pero no es así, porque ellos mismos han sido causantes de su modo de ser por la dejadez con que han vivido. Uno es injusto o depravado a base de cometer injusticias o de pasarse la vida bebiendo y en cosas semejantes. Esto es evidente en los que se entrenan para cualquier competición o activi-dad. Por eso, si alguien desconoce que la práctica de unas cosas u otras es lo que produce los hábitos, es un perfecto estúpido.

Además, es absurdo decir que el injusto no quiere ser injusto, y que el que se desmadra no quiere desmadrarse. Porque si alguien comete de forma consciente acciones injustas, será injusto voluntariamente. Con el agravante de que no por querer dejar de ser injusto se volverá justo, como tampoco el enfermo, sano. El injusto y el desmadrado podían no haber llegado a lo que ahora son, y por eso lo son voluntariamente; pero una vez que ya son así, no está en su mano cambiar de forma de ser.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Grandes pensadores: San Agustin

El primer período de la filosofía cristiana -o patrística- culmina con San Agustín (354-430), que es uno de los pensadores más grandes y representativos del Cristianismo. La figura de San Agustín se halla situada en la cumbre de las dos vertientes que dividen el mundo antiguo de la nueva civilización cristiana. Su significación personal es todo un símbolo de aquella coyuntura trágica por que atravesó la historia de la humanidad.

Hombre de extraordinaria honradez interior, su pensamiento coincide con su vida, más quizá que en ningún otro filósofo, hasta constituir en realidad una profunda historia de su conversión. Nacido a mediados del siglo IV en Numidia -territorio romano del norte de Africa, correspondiente a lo que hoy es Túnez y en otro tiempo fue Cartago-, llevó la juventud despreocupada y escéptica que era común a los romanos de su época. Pero pronto la visión de aquel mundo que vivía alegre e inconsciente en medio de inminentes peligros, y su misma profunda sinceridad, lo llevaron a plantearse a sí mismo los problemas filosóficos radicales sobre la verdad y el sentido de la vida. Profesó en un principio la filosofía gnóstica del persa Mani (maniqueísmo), que defendía la existencia de dos principios, uno del bien y otro del mal, que contienden entre sí. Pronto se dio cuenta San Agustín de que el principio del mal no puede ponerse en pie de igualdad con el del bien, porque el mal es en realidad un defecto o falta en el ser, que es bueno en sí, y sólo puede haber un Dios, que es el principio del ser.

Así, cansado de esas vagas especulaciones, fue a dar en la Academia Nueva, que se le presentaba al menos cargada de tradición filosófica y de profundidad. Sin embargo, el academismo había caído, en un escepticismo casi absoluto; para él sólo cabía admitir una cierta probabilidad en nuestros juicios, pero nada que pueda afirmarse con certeza; la verdad en sí es inasequible. Agustín medita profundamente estos temas en su sed inexhausta de verdad y de amor, y acaba viendo la insinceridad cómoda de esta posición: quien afirma lo probable conoce de alguna manera lo verdadero; la probabilidad se dice en razón de la verdad, carecería de sentido sin ella. No es lícito al hombre encerrarse en una posición de escéptica indiferencia cuando todo su espíritu clama por la verdad y la supone en el fondo de su pensar y de su hacer. El que duda, sabe que duda, y posee con ello una certeza. La íntima percepción de su propia existencia, esto es, del espíritu .que busca incansable la verdad, es la experiencia fundamental que supera el escepticismo abandonándolo por antinatural e ilógico.

La filosofía neoplatónica abrió la mente de San Agustín a la contemplación de las verdades eternas que existen por sí en el mundo del espíritu. Todo saber u obrar -la lógica, la matemática, la ética- se asientan en verdades inmutables que el alma no hace sino descubrir. Pero la lejana y abstracta realidad de las ideas no podía satisfacer al espíritu de San Agustín, que buscaba el sentido y el origen -concreto, inmediato y personal- de la realidad. En este punto, por gracia sin duda a la limpia sinceridad de su alma y a las oraciones de su madre Santa Mónica, se realiza el milagro de su conversión. Todo este largo peregrinar desde las primeras amarguras de la duda hasta la serena posesión de la verdad, desde la inquietud en el pecada hasta la íntima alegría de la gracia, nos la refiere San Agustín con emocionante veracidad en sus Confesiones. Por estar escritas con el corazón, estas Confesiones constituyen un documento autobiográfico único, en el que se nos habla en el lenguaje de hoy misma porque es el lenguaje del hombre de todos los tiempos.

Una vez en el Cristianismo, dedica Agustín a la nueva fe toda el ímpetu apasionado de su espíritu africano, multiplicando su actividad en la lucha contra la herejía y el paganismo y en la organización de la Iglesia, en cuya jerarquía ocupó la sede episcopal de Hipona.

El sistema filosófico de San Agustín sigue los pasos de su conversión, de la cual es como la versión teórica. La certeza primaria para el hombre radica en su propia experiencia interior. «Puede disputarse -dice San Agustín- si las cosas en general y el alma en particular están hechas de fuego, de aire o de otro elemento; pero de lo que no duda ningún hombre es de que vive, obra, piensa, ama o desea.» El camino hacia la verdad se abre a través de esta vía que se ofrece con la claridad de lo prapio, de lo personalmente vivido. “Noli foras ire: in interiori homine habitat veritas”. Pero la actividad espiritual -el conocer y el querer- nos muestran en seguida su apoyo en verdades eternas que valen por sí mismas, que preexistieron al pensar, y que el espíritu no hace sino descubrir. ¿Qué son esas verdades eternas y de dónde reciben su valor absoluto? y aquí radica la originalidad del agustinismo: esos atributos de la verdad son los atributos de DIOS; las Ideas o verdades eternas son ideas de Dios, esto es, los patrones o arquetipos ideales por los que Dios creó el mundo. La esencia de este que podemos llamar neoplatonismo cristiano consiste en esto: hacer del DIOS personal del Cristianismo la sustancia o sujeto de las ideas platónicas, sustituir por El al Uno de Plotino, y hacer del mundo ideal no una imagen o duplicación emanativa de la divinidad, sino el ser mismo de Dios, ideas divinas que se confunden en la simplicidad de su ser.

El alma y Dios-conocido así a través de la vida del espíritu-son los dos polos fundamentales entre los que se mueve el pensamiento agustiniano. “Deum et animam scire cupio -dice San Agustín- nihilne magis? Nihil omnino”. Frente a ambas íntimas y, cordiales realidades, poco cuenta para San Agustín lo demás el mundo exterior le sirve sólo para descubrir en él los rastros de Dios, las rationes seminales gérmenes de actividad y de vida que animan a las cosas y fueron depositados por Dios en todo cuanto existe.

De Dios no podemos alcanzar un concepto positivo porque, como decía Plotino, está por encima. de cuanto pudiéramos pensar de El. Cabría atribuirle en grado eminente las perfecciones reales que vemos en las cosas creadas, pero tales conceptos resultan vanos parque el ser de Dios es simple y en El cosas que podríamos considerar opuestas, como la infinita justicia y la infinita misericordia, se confunden en una unidad. Sólo cabe atribuirle, pues, conceptos negativos. Únicamente es adecuada la concepción de Dios como aquel ser cuya esencia es su misma existencia, cuyo ser es existir. Así como todas las demás cosas tienen una esencia, pero son indiferentes para existir -hubo un tiempo en que no existieron y otro en que no existirán-, la esencia de Dios reclama por sí la existencia, es un ser por sí, no por otro. Pero esta simplicidad e inmutabilidad de Dios no supone en El una pasividad ajena al mundo ni una producción de seres sólo por emanación de su propio ser, como la del Uno. Dios es, antes bien pura actividad, cognoscitiva y amorosa; esto es, actividad personal, providente. Para conciliar esta actividad y sus productos con la simplicidad entitativa de Dios, aprovecha San Agustín el misterio de la Trinidad, del que procura dar así una remota explicación racional: DIOS es activo, y lo es en el sentido de las tres facultades anímicas capitales: memoria entendimiento y voluntad. La continuidad e identidad de Dios consigo mismo (memoria) es el Padre; el conocimiento que Dios tiene de sí mismo es el Hijo, y ello constituye una persona distinta dentro de la misma esencia, porque la simplicidad de Dios no es compatible con la dualidad cognoscitiva; el amor que DIOS se profesa a sí mismo constituye, en fin y por la misma razón, la tercera persona que es el Espíritu Santo.

El alma del hombre es, según San Agustín, una sustancia activa, de naturaleza espiritual. No preexistió en un mundo anterior, sino que fue creada por DIOS de la nada e infundida a un cuerpo en el que vive como en prisión anhelando siempre su bien, bien que no puede hallar sino en la posesión de su Dios y Señor. «Fuimos creados para Ti, Señor, y nuestro corazón esta inquieto hasta que descanse en Ti.» El alma humana conoce no sólo las cosas concretas, materiales, sino las ideas universales o esencias de las cosas. Sin embargo, de acuerdo con el

Génesis y en contra de Platón, el alma no contempló las ideas en una vida anterior, sino que fue creada de la nada. Como tampoco puede conocerlas a través de los sentidos, es preciso preguntarse cuál será el origen de su conocimiento. San Agustín sugiere aquí su teoría de la iluminación. Es Dios quien alumbra en nuestro espíritu las ideas universales, dándonos así una especie de visión superior, divina, de cuanto nos rodea y se ofrece a nuestros sentidos.

El entendimiento nos aparece así como un “quid divinum” (un algo divino), y la contemplación intelectual como la obra del «verbo iluminando con su venida a todos los hombres», de que se nos habla en el prólogo de San Juan. La filosofía agustiniana -teocentrismo y animismo a la vez-se resuelve en la relación entre alma y Dios, en la natural y entrañable aspiración del alma a retornar hacia su origen y su descanso. La contemplación y el amor abren al alma el camino de elevación ascética que San Agustín describe en varias etapas hasta llegar a su culminación en el éxtasis místico. En él tiene su desenlace toda la economía de la creación, que revierte así a su origen, y en la visión beatífica se llena el alma de la auténtica y cumplida ciencia. «Ensancha, Señor, mi corazón en tu amor por que sepan todas mis fuerzas y sentidos cuán dulce cosa sea resolverse todo y nadar hasta sumirse debajo de las olas de tu amor... Hazme, Señor, nadar en ese río, ponme en medio de esa corriente, para que me arrebate y lleve en pos de sí donde nunca más perezca y todo sea yo consumido y transformado en amor.»

En su Ciudad de Dios, por fin, nos ha dejado San Agustín el primer ensayo de una filosofía de la Historia. Según ella, la Historia se forma de la trama de acciones libres de los hombres; pero Dios, sin menoscabo de esa libertad, ordena los grandes acontecimientos históricos, el hilo general de la Historia, de forma que en él resulte el premio o castigo de los hombres y el triunfo final de la Iglesia de Cristo. Esta visión providencialista se apoya en la común experiencia de que las acciones de los hombres se vuelven a la larga muchas veces contra el fin que perseguían, de que «Dios escribe derecho con renglones torcidos».

San Agustín es así el autor de la primera gran síntesis filosófica del Cristianismo, realizada entre la fe y la filosofía neoplatónica dominante desde la época helenística. Durante su vida hubo de soportar muchas veces la acusación que la Roma pagana hacía al Cristianismo de ser causa de la decadencia y del desmoronamiento de su imperio. El, que era de espíritu profundamente romano, escribió su Ciudad de Dios principalmente para demostrar la falsedad de tal afirmación: no el Cristianismo sino sus propios vicios, han llevado al pueblo romano a tal situación. Tampoco le faltó en sus últimos días la amargura de ver a los vándalos llegar hasta las puertas de su propia ciudad de Hipona, durante cuyo asedio murió.

Después de San Agustín se precipita ya la ruina del Imperio romano -que era como decir de todo el mundo civilizado- con las sucesivas invasiones bárbaras y su división en Oriente y Occidente. El ambiente filosófico alejandrino permanecerá en el Imperio de Oriente o bizantino, que, aislado en su ángulo sureste de Europa, habrá de conocer todavía siglos de paz y continuidad. Pero en su seno el neoplatonismo decae en su vitalidad filosófica, convirtiéndose en una especulación predominantemente religiosa, y poco a poco viene a reducirse a un estéril marasmo de minúsculas cuestiones inoperantes (bizantinismos). Al final de este proceso (año 529) el emperador Justiniano ordena la clausura de la Academia platónica de Atenas, como perjudicial para la salud del Estado, y los sabios emigran al Oriente próximo, donde son acogidos en Siria y en la corte del rey Cosroes de Persia. Allá prolongarán su débil tradición cultural y no tardarán en participar en una curiosa peripecia histórica que veremos más tarde.

Entre tanto el Occidente europeo, escenario de la sangrienta irrupción de pueblos diversos y de continuas y encontradas invasiones, cae en una época de incultura casi absoluta. Del siglo v al IX puede decirse que la filosofía no existe en Europa, al menos como especulación original. Durante esos siglos cabe señalar únicamente la actividad aislada de sabios como Casiodoro, Boecio y San Isidoro de Sevilla, que procuran compilar la ciencia grecolatina que poseían para trasmitirla a las nuevas generaciones. Los únicos centros de actividad cultural son en estos siglos los cenobios benedictinos y las escuelas catedralicias, que se alimentan de la tradición teológico-filosófica agustiniana. La Iglesia -única institución que se hizo respetar de los pueblos bárbaros- fue la depositaria y la transmisora de la cultura clásica durante este largo eclipse cultural. Ella fue formando lentamente durante estos oscuros siglos una nueva cultura filosófica, profundamente inspirada por el Cristianismo, que se llamó Escolástica, por su origen en las escuelas monásticas de la alta Edad Media.

jueves, 8 de noviembre de 2007

10 consejos para mejorar la vida familiar

D. Aquilino Polaino, doctor en medicina (Universidad de Sevilla), licenciado en Filosofía (Universidad de Navarra), y catedrático de Psicopatología (Universidad Complutense), nos ofrece estas diez ideas potentes para proteger tu familia de la rutina, el individualismo, la ruptura y las frustraciones. Diez principios básicos que contribuyen a mejorar la estima de los miembros de una familia.

1- Disponibilidad

Consiste en dedicar tiempo (¡que es lo que menos tenemos!) a atender a nuestros hijos y esposo/a. Con los adolescentes, por ejemplo, no vale lo de “este tema ya lo hablaremos el sábado con tranquilidad, cariño”. Para el sábado, tu hija de 13 años ya se ha emborrachado con una amiga y van a hacer lo que se les ocurra, porque el padre estaba deslocalizado, como las empresas. Hay que estar disponible, porque hay problemas que sólo se arreglan en el momento en que el otro se anima a plantearlo y pide ser escuchado. Recordemos que nuestros padres, al morir, sólo nos dejan realmente el tiempo que pasaron con nosotros. Demos tiempo al otro.

2- Comunicación padres-hijos: que los padres hablen menos y escuchen más

En muchas familias, cuando un padre o madre dice “hijo, tenemos que hablar”, el chaval piensa “uy, malo, malo”. ¿Por qué? Porque sabe que los padres cuando dicen “tenemos que hablar” quieren decir “te voy a soltar un discurso por algo tuyo que no me ha gustado”. Esto cambiaría si los padres se hicieran un propósito: dedicar el 75% a escuchar y sólo el 25% a hablar. Escuchar a los hijos (o al cónyuge, a cualquiera) es un esfuerzo activo. Hay que soltar el diario, quitar el volumen de la TV, girar la cabeza hacia quien te habla, mirar a los ojos, expresar atención. Eso es escucha activa, que es la que sirve para mejorar la autoestima de tu familia.

3- Coherencia en los padres y autoexigencia en los hijos

Uno es coherente cuando lo que piensa, siente, dice y hace es una sola y misma cosa. No tiene sentido decirle a los niños desde el sofá: “eh, vosotros, ayudad a mamá a quitar la mesa”. Hay que dar ejemplo primero. Tú, padre, has de quitar la mesa durante 5 días, que te vean. El quinto día dices a tu hijo: “venga, ahora entre los dos”. Y dos días después: “estoy orgulloso de ti, ahora ya has aprendido y ya puedes quitar la mesa tú sólo”. Y él se sentirá orgulloso de quitar la mesa. Así aprenden a autoexigirse, que es mucho mejor que tenerlos vigilados 24 horas al día. Esto es un progenitor potenciador, motivador, animador y protector al mismo tiempo. También pedimos a los niños que estudien pero ¿nos ven a nosotros estudiar, leer revistas de nuestro oficio, ponernos al día en nuestra especialidad? Hemos de poder decir: “mirad, hijos, nosotros también estudiamos”.

4- Tener iniciativa, inquietudes y buen humor, especialmente con el cónyuge

Estos tres factores son útiles para la autoestima familiar. En España el buen humor no suele escasear. Pero la rutina es un enemigo en las relaciones conyugales y con los hijos. El punto clave es que haya creatividad e iniciativa en la vida de pareja y eso se contagiará a toda la familia. Las mejores horas deben ser para compartir con el esposo o esposa. Ser papá o mamá no debe hacernos olvidar que somos “tú y yo, cariño, nosotros”. Creatividad e iniciativa protegen a la pareja de la rutina. Cuando hay rutina, es fácil que uno de los dos busque la “magia” añorada fuera, en otras relaciones. Por el contrario, si la pareja va bien, los hijos aprenden su “educación sentimental” simplemente viendo cómo se tratan papá y mamá, viendo que se admiran, se halagan, se alaban, son cómplices. “Cuando sea mayor trataré a mi mujer como papá a mamá”, piensan los niños entusiasmados. Eso les da autoestima.

5- Aceptar nuestras limitaciones, y las de los nuestros

Hay que conocer y aceptar tus limitaciones, las de tu cónyuge, las de tus hijos. Pero es importantísimo no criticar al otro ante la familia, no criticar a tu cónyuge ante los niños, o a un niño ante los hermanos, comparando a un hermano “bueno” con uno “malo”. Eso hace sufrir al hijo y le quita autoestima. Es mejor llevarlo aparte y hablar.

6- Reconocer y reafirmar lo que vale la otra persona

Seamos sinceros: no tiene sentido que andemos llamando “campeón” a nuestro niño que nunca ha ganado nada. Si ha perdido un partido de fútbol, no le llames campeón. Ha de aprender a tolerar la frustración, acompañado, eso sí. También hemos de saber (grandes y pequeños) que somos buenos en unas cosas y no en otras. “Hijo, pareces bueno en A y en B, pero creo que C no es lo tuyo”. Reafirmemos al otro en lo que vale, y se verá a sí mismo como lo que es, una persona valiosa.

7- Estimular la autonomía personal

Uno se hace bueno a medida que va haciendo cosas buenas. Es importante que lo entiendan los hijos. Lo que se hace es importante: hacer cosas buenas nos hacer buenos a nosotros. Esta idea ayuda a tener autonomía personal, hacer las cosas por nosotros mismos, para mejorar nosotros.

8- Diseñar un proyecto personal

No irás muy lejos si no sabes donde quieres ir. Quedarte quieto no es factible, uno tiende a volver a quedarse atrás. Has de tener un proyecto personal para crecer, y atender y ayudar a discernir y potenciar los proyectos de los tuyos.

9- Tener un nivel de aspiraciones alto, pero realista

Hemos de jugar entre lo posible y lo deseable. Si aspiramos alto, nos valoraremos bien, tendremos autoestima. Pero, ¿es factible? Debemos conjugar un alto nivel de aspiraciones con la realidad de nuestras capacidades y recursos.

10- Elijamos buenos amigos y amigas

El individualismo es el cáncer del s.XXI. Nosotros y nuestros hijos estamos atados a máquinas gratificantes: el DVD, la TV, la videoconsola, Internet... El trabajo en solitario va minando la amistad verdadera. ¡Los amigos comprometen mucho y al individualista no le gustan los compromisos!

Sin embargo, necesitamos más que nunca amigos humanos, personas, grandes y buenos amigos, con los que compartir muchas horas, conversaciones sinceras y cercanas, amistades de verdad, que te apoyen y te conozcan auténticamente, que te acepten con tus fallos y potencien lo mejor en ti. Seleccionar amigos así para ti y para los tuyos es la mejor inversión.

Una familia que trata de seguir estos principios contribuye a mejorar la estima en sus hijos y la autoestima en ellos mismos. Hay finalmente tres ideas más a considerar:

Según Chesterton, lo natural tiende a lo sobrenatural mientras que lo que no se sobrenaturaliza se desnaturaliza. Es cierto. Hemos de entender que la autoestima, el amar y el amarse, es sobrenatural. ¿Has pensado en cómo te ama Dios, en lo grande, lo sobrenatural de Su amor por ti? Piénsalo. Eres muy especial para Él. Cuando vivas este amor, comunícalo a tus hijos.

Buena parte del sufrimiento inútil en el mundo se produce porque en algunas ocasiones en las que deberíamos dedicarnos a pensar, nos ponemos a sentir; y en ocasiones que son para sentir, nos ponemos a pensar. Evitemos este sufrimiento inútil: hay momentos para pensar y momentos para sentir.

Si luchas, puedes perder, pero si no luchas ya estás perdido. Si luchas por tu vida familiar, no estás perdido

martes, 6 de noviembre de 2007

Persona femenina, persona masculina (I)

Reproducimos en dos entregas esta interesante conferencia, pronunciada hace varios años por Blanca CASTILLA Y CORTÁZAR, y que biene a ser una síntesis del pensamiento de la autora de varios ensayos sobre cuestiones en torno a la antropología de la pareja como "Persona y género: ser varón y ser mujer" o “La Complementariedad varón-mujer. Nuevas hipótesis”.

 
Posted by Picasa


El conocimiento propio

En el templo de Delfos constaba el oráculo: “Conócete a tí mismo”. Siglos después comenta Rousseau: «El más útil y menos adelantado de todos los conocimientos humanos me parece que es el del hombre, y me atrevo a decir que la inscripción del templo de Delfos contiene en sí sola un precepto más difícil que todos los gruesos libros de los moralistas».

A lo largo de la historia el ser humano ha querido conocerse a sí mismo, pero esta tarea resulta ardua. En pleno siglo XVIII es Kant el que retoma la cuestión, formulando lo que ha venido a llamarse el giro antropológico de la filosofía moderna. Kant pregunta con el Salmo VIII: ¿Qué es el hombre? Y sitúa dicha pregunta en cuarto lugar tras las preguntas de la Filosofía («¿qué puedo saber?»), de la Etica («¿qué debo hacer?») y de la Religión («¿qué me cabe esperar?»). E inmediatamente añade: «pero en última instancia se podrían reconducir todas a la Antropología, porque las tres primeras preguntas apuntan a la cuarta».
La pregunta por el hombre se pone entonces en el centro de la filosofía, como aquella cuestión hacia la que apuntan el resto de los conocimientos humanos. Esta pregunta acoge hoy dimensiones muy concretas, pues se desea saber no solamente qué es el ser humano en general, o en abstracto, sino el hombre concreto, en su singularidad irrepetible. Pues bien, esta singularidad acoge el cuerpo, y acoge el sexo, el ser varón o ser mujer. Se reclama hoy una filosofía de cuerpo. Y también una filosofía de sexo. Desde muchas ciencias y por diversas cuestiones sociales, se abre hoy la pregunta acerca de la sexualidad, una característica que aparece ya en el mundo animal, pero que cobra unos matices muy peculiares en torno al ser humano.
Antes de continuar es preciso decir que hasta hoy hay poca filosofía en torno al cuerpo y menos en torno a la sexualidad. Y, sin embargo, hay muchas cuestiones que dependen de su estudio: el tema de la homosexualidad, presente en la sociedad; la estructura del amor y de la familia; la peculiar aportación de cada sexo a la cultura y al mundo de trabajo. Y dentro de los temas teológicos está la conceptualización de la imagen de Dios en el ser humano, el tema del sacerdocio de la mujer, etc.

¿Qué es la sexualidad?

En primer lugar habría que preguntar: ¿qué es la sexualidad? ¿Qué importancia tiene esta característica en la antropología? ¿Tenemos sexualidad porque somos seres corporales o es una manifestación de estructuras más profundas? De un modo drástico se podría preguntar, ¿nos asemeja la sexualidad a los animales o nos hace parecernos a Dios?

Para empezar quiero recoger la distinción lingüística, posible en el castellano, que hace Julián Marías: la diferencia entre los adjetivos «sexual» y «sexuado». Con palabras de Marías: «La actividad sexual es una limitada provincia de nuestra vida, muy importante pero limitada, que no comienza con nuestro nacimiento y suele terminar antes de nuestra muerte, fundada en la condición sexuada de la vida humana en general, que afecta a la integridad de ella, en todo tiempo y en todas sus dimensiones».

La sexualidad, por tanto, entendida como condición sexuada, no se reduce simplemente a una actividad concreta que requiere unos órganos específicos, sino que abarca toda la modalización que hace que el varón y la mujer sean iguales y distintos en todas las facetas de su ser, desde el tono de voz hasta la manera de andar. Los genetistas han calculado esa diferencia en un 3%, pero se halla en cada célula de nuestro cuerpo.

En el s. XIX la sexualidad se puso en el centro de la antropología. El primer autor que lo hizo fue Feuerbach. Después lo trató Freud. Pero sus posturas son diferentes. Para Feuerbach «La carne y la sangre son nada sin el oxígeno de la diferencia sexual. La diferencia sexual no es ninguna diferencia superficial o simplemente limitada a determinadas partes del cuerpo. Es una diferencia esencial y penetra hasta los tuétanos. La esencia del varón es la masculinidad y la esencia de la mujer, la feminidad. Por muy espiritual e hiperfísico que sea el varón, éste permanece siempre varón. Y, lo mismo la mujer, permanece siempre mujer»[4]. Y termina diciendo «La personalidad es, por lo tanto, nada sin diferencia de sexo; la personalidad se diferencia esencialmente en personalidad masculina y femenina».
Para poner de relieve que la sexualidad no es algo accidental o poco importante, sino algo íntimo que tiñe todas las facetas del ser, la describe como “un componente químico”, expresando así que es una realidad humana que no se puede soslayar.
No se puede separar ni de lo que llaman espíritu, ni de los órganos que no son estrictamente sexuales. El cerebro -dice adelantándose a las investigaciones científicas hoy en marcha- está determinado por la sexualidad. Sexuados son lo sentimientos, pensamientos. «¿Eres tú también más que varón? Tu ser o, más bien (...) tu yo, ¿no es acaso un yo masculino? ¿Puedes separar la masculinidad incluso de aquello que llaman espíritu? ¿No es tu cerebro, esa víscera la más sagrada y encumbrada de tu cuerpo, un cerebro que lleva la determinación de la masculinidad? ¿Es que no son masculinos tus sentimientos y tus pensamientos?».

Sin embargo, Freud presenta una visión reductiva de la sexualidad. En palabras de Julián Marías «cuando, a fines del siglo XIX, y por obra principal de Freud, el sexo adquirió carta de ciudadanía en la comprensión del hombre, el naturalismo de la Filosofía que servía de supuesto a la interpretación freudiana del hombre y a la teoría del psicoanálisis enturbió el descomunal acierto, absolutamente genial, de poner el sexo en el centro de la Antropología (...). El error concomitante fue lo que podríamos llamar la interpretación «sexual» (y no sexuada) del sexo, el tomar la parte por el todo ... pues hasta las determinaciones propiamente sexuales del hombre no son inteligibles sino desde esa previa condición sexuada envolvente».
Dos son, por tanto las concepciones de la sexualidad, que se pueden distinguir por esos vocablos de sexualidad y condición sexuada. Aquí me adhiero a la postura de Feuerbach que la toma como condición sexuada, envolvente de todas las dimensiones humanas.

Esta diferencia entre sexualidad y condición sexuada pone de frente también la distinción entre sexualidad humana y sexualidad animal. En la biología, por sexualidad se entiende una función que cumple dos objetivos: la reproducción y el intercambio genético. Ahora bien, ¿existe alguna diferencia entre la sexualidad animal y la humana?

Parece que, entre la sexualidad humana y la animal, existe la misma que se da entre lo que se podría llamar trabajo animal y trabajo humano. Los animales realizan una actividad, pero que está programada. El trabajo de las abejas, no cambia con el correr de los siglos. Su actividad se encuentra enclasada. Sin embargo, en el actuar humano intervienen factores que la hacen muy peculiar como son la inteligencia, la libertad, la creatividad.

Pues bien, en la actividad sexual del ser humano se incluye una factor específico que es la comunicación, que tiene muchos aspectos: el enamoramiento, el amor, el reconocimiento del otro como persona, la creación de relaciones familiares que suponen lazos estables. Paternidad, maternidad, filiación, conyugalidad, son lazos que aspiran a durar y pueden durar toda la vida. Esas relaciones, que dan sentido a la existencia humana, están imbricadas con la sexualidad. Así, una de las características más profundas de la persona es el afán de amar y ser amado. Pues bien, no es lo mismo que me quiera mi madre, que el hombre que he elegido para compartir la vida.

Aspectos que incluye la sexualidad

La sexualidad humana, cumple los mismos objetivos que la animal: intercambio genético y la reproducción. Pero además tiene otras dimensiones desconocidas en el mundo animal: todo aquello que tiene que ver con la comunicación y con el amor.
La sexualidad en uno de sus aspectos es fuente de placer, pero no sólo eso: es fuente de los lazos más profundos que unen a las personas. Tiene un aspecto unitivo y un aspecto procreador, es fuente de vida, de una vida que surge, que está llamada a surgir, como fruto del amor.

Cuando existe amor se desea tener hijos. «Cuando se ama a un hombre (afirma una novelista, muy leída: Susana Tamaro) -cuando se le ama con la totalidad del cuerpo y del alma-, lo más natural es desear un hijo de él. No se trata de un deseo inteligente, de una elección fundada en criterios racionales. Antes de conocer a Ernesto me imaginaba que quería tener un hijo y sabía exactamente por qué lo quería, cuáles eran los pros y los contras de tenerlo. En palabras pobres, era una elección racional, quería tener un hijo porque había llegado a una determinada edad y me sentía muy sola; porque era una mujer y si las mujeres no hacen nada, por lo menos pueden tener hijos. ¿Comprendes? Para comprar un automóvil habría adoptado exactamente el mismo criterio.

»Pero cuando aquella noche le dije a Ernesto: “Quiero un hijo”, se trataba de algo absolutamente diferente y todo el sentido común estaba en contra de esa decisión; sin embargo esa decisión era más fuerte que todo el sentido común. Y además, en el fondo, tampoco se trataba de una decisión, era un frenesí, una avidez de perpetua posesión. Quería a Ernesto dentro de mí, conmigo, a mi lado para siempre».

Hoy en día asistimos, sin embargo, a una trivialización del sexo:

- Se reduce a placer: clases de educación sexual en las Escuelas
- Se separa el aspecto unitivo y procreador;
- La procreación se separa del amor mujeres de 40 años que quieren tener un hijo con los ojos, y - la estatura de un caballero al que conocen eventualmente
- Cine: se presenta como un premio o un regalo esporádico al final de una serie de dificultades compartidas
- Se ve con ojos indiferentes, el divorcio, la contracepción, la instrumentalización de las personas como objeto de placer
- Se constituyen diferentes modelos de familia en los que se aceptan las parejas de homosexuales y lesbianas
- Se puede obtener la vida mediante métodos técnicos de fecundación “in vitro”. Incluso parece que se va poder repetir las personas por “clonación”.
- El aspecto unitivo, el procreador, el placer, los lazos familiares, actualmente disociados, son aspectos que deben armonizarse en la profunda unidad a la que está llamada la persona humana.


Quizá por esto, hoy más que nunca se busca una profundización antropológica en la dignidad de la persona, que como ya dijo Kant no debe ser usada nunca como medio, sino siempre como un fin. ¿Cuál es el sentido profundo de la sexualidad, de la condición sexuada con la que se pueden entablar lazos duraderos, que permiten llegar a la felicidad?