lunes, 18 de octubre de 2010

Palestinos en el Líbano

Palestinos en el Líbano, refugiados permanentes
tomado de Aceprensa
Firmado por Helene Daboin 
Fecha: 17 Septiembre 2010

Beirut. Más de cuatro millones de personas se vieron forzadas a dejar sus casas y tierras de Palestina en 1948, al crearse el estado de Israel por parte de las Naciones Unidas. Esto trajo consigo una serie de consecuencias aún hoy en día no resueltas.
En el mismo acto de creación del estado de Israel, se mantuvo la existencia de Palestina, y posteriormente, en la resolución 194, se determinó el derecho de todo refugiado a regresar a su tierra de origen. Resoluciones todas a las que han hecho oídos sordos los gobiernos israelíes.
En el portal de la UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados Palestinos en Oriente Medio, http://www.unrwa.org/) se celebra este año el sesenta aniversario de su creación. No deja de ser dolorosa la contradicción, ya que al pensar en refugiados, se tiende a considerar una situación provisional, y no parece que sesenta años sean pocos. El campo de acción de la UNRWA cubre hoy en día, Jordania, Siria, Líbano, Gaza y Cisjordania, lugares a donde fueron los desplazados.

Provisionales desde 1948
Al Líbano llegaron en tres oleadas los 425.000 palestinos oficialmente censados por la Agencia. Los que disponían de medios económicos se instalaron en las grandes ciudades, incorporándose a la vida económica del país, o emigraron a otros países árabes. En esos momentos, el gobierno libanés comenzaba a dar sus primeros pasos, tras la terminación del mandato francés de 1943. El país quedaba en manos de los libaneses, con una mayoría cristiana, y la presencia de comunidades suníes, drusas y shiíes importantes.
Una trayectoria de siglos había hecho del Líbano tierra de acogida de refugiados de toda índole: aventureros, refugiados políticos, herejes, musulmanes de sectas minoritarias, cristianos perseguidos, etc. Recibir a los palestinos como refugiados se consideraba lógico por todas las comunidades, y de hecho muchos recibieron la nacionalidad en un primer momento. Desgraciadamente, los visitantes se convertirían en un problema a largo plazo.
Poco a poco, la presencia de los palestinos se vio con recelo. Una parte de ellos se trasladaron a otros países, pero los más pobres no disponían de documentos de identidad, al no pertenecer a un Estado reconocido. Ante las dificultades, se rechazaba su permanencia en el Líbano, y se impidió la construcción de viviendas definitivas, ya que los terrenos donde se encontraban los campos en muchos casos eran alquilados. La UNRWA estableció escuelas dentro de los campos, para atender las necesidades educativas. Se vio necesario establecer en cada campo una junta que coordinara las relaciones entre el Gobierno libanés, la UNRWA y los representantes de los refugiados. El círculo vicioso comenzaba.
Los libaneses no disponían de extensas tierras cultivables, ni de recursos minerales, y la industria nacional era limitada, así que no podían absorber e incorporar a tal cantidad de personas en un país de reducidas proporciones (10.492 Km2) y población (4 millones de habitantes, hoy en día). El rol de la Junta directiva en los campos de refugiados se limitó cada vez más a supervisar los asuntos de seguridad y políticos, dejando de lado las necesidades sociales de la población, a las que trataba de atender la UNRWA.

Un factor de división en el país
Los palestinos comenzaron a optar por agruparse en facciones políticas que les prometían soluciones a problemas inmediatos, a cambio del resentimiento hacia los israelíes que los habían despojado de todo.
La situación empeoró con el ascenso del movimiento de la resistencia palestina en la década de 1960 y la firma del Acuerdo de El Cairo entre la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el Líbano, el cual regulaba la presencia civil y militar palestina en el país.
La segunda oleada de refugiados palestinos llegaría en 1970 desde Jordania. El intento fallido de asesinato del Rey de Jordania, y la consiguiente expulsión de refugiados sospechosos, trajo a Beirut a Yasser Arafat y su Organización de Liberación de Palestina, para hacer del Líbano su plataforma de operaciones, apoyada por el régimen de Siria. Numerosos incidentes a lo largo del país se fueron sucediendo, en los que poblaciones cristianas iban siendo atacadas desde el sur hasta Beirut. En algunos casos, eran auténticas provocaciones; en otras, masacres de pequeños poblados, en los que participaban musulmanes libaneses y drusos bajo el mando palestino. Desde el 13 de abril de 1975, los estallidos de violencia entre cristianos y palestinos ya residentes o nuevamente incorporados al país –la tercera oleada de refugiados–, fueron alimentando el resentimiento de la población.
Después de la invasión israelí de Líbano en 1982 la OLP se retiró de la mayoría del país y se cerró su oficina. La situación humana de los refugiados empeoró: el pretendido derecho de retorno no se veía cercano, la labor de la agencia para los refugiados UNRWA comenzaba a dar muestras de agotamiento financiero, ante un problema que más que disminuir se iba haciendo más complejo. A los 12 campos de refugiados oficiales se han agregado otros asentamientos que se instalaron de manera ilegal en terrenos de libaneses durante los años de guerra civil. Dentro de los campos son las milicias palestinas las encargadas de mantener el orden. Hoy en día, se ha creado un intrincado problema jurídico y social, que afecta otra vez a la vida de muchos cristianos.
Desde 1990, no se habían producido incidentes directamente promovidos por los refugiados palestinos. De hecho, las organizaciones que trabajan con ellos hablan de una gran reducción de refugiados, unos 250.000 hoy en día. La UNRWA mantiene su registro original, independientemente de si se han trasladado a otros países, como es el caso en los últimos años,. Casi 175.000 refugiados han emigrado hacia Europa del Norte, América o Canadá, y han cambiado sus condiciones de vida.
En el verano del 2007 un grupo de extremistas de Fatah Al-Islam tomó el campo de refugiados de Nahr el Bared, al norte del país y lo convirtió en base de operaciones para sus fines. 700 personas produjeron 35.000 desplazados y la destrucción por parte del ejército libanés de gran parte del campo. Volvió a surgir el espectro de la guerra, haciendo difícil creer que es posible la integración.

Nuevos derechos laborales
Los palestinos actualmente presentes en territorio libanés representan diversas posiciones políticas. Son mayoritariamente suníes y, en consecuencia, se espera de ellos que tiendan a apoyar a esta comunidad desde el punto de vista político. Por ello sectores cristianos se han negado a otorgar a los refugiados la ciudadanía con derecho a voto, ya que alterarían el ya precario equilibrio interno, en donde cada comunidad mayoritaria representa un tercio de los votos.
Un pequeño paso hacia la mejora social de los refugiados la constituye la decisión del Parlamento libanés del pasado agosto, al permitir que los refugiados palestinos acceden a puestos de trabajo que antes no se les permitían, equiparándolos a cualquier ciudadano extranjero residente en el país. Las profesiones todavía vedadas a los palestinos son aquellas en las que se da prioridad a los nacionales –medicina, enfermería y derecho– por encontrarse saturado el mercado laboral. Hay que decir que los libaneses, a diferencia de los palestinos, no reciben ayudas de la UNRWA, los gastos de electricidad y agua son pagados por una parte de la población libanesa, y en los campos no hay facturas, ni impuestos.
En el Líbano, la seguridad social no está extendida a toda la población, solo cubre el 80 % de los gastos médicos de las personas inscritas por su empleador, y si no se tiene, se debe acudir a seguros privados. Gran parte de la población debe acceder a hospitales públicos, con dinero en efectivo para ser admitidos en “urgencias”. Aun falta mucho para que toda la población libanesa llegue a ser cubierta por los servicios del Estado, mucho menos los extranjeros.
Tristemente, la perennidad de la situación de los campos de refugiados ha generado una mentalidad asistencial dependiente de la UNRWA. Pero no en todos los casos. Hay palestinos que han creado empresas, y que dan trabajo a sus compatriotas, permitiéndoles mejorar su situación.

No es un Estado del bienestar
La prensa internacional se ha hecho eco de la iniciativa del Parlamento libanés, con un tono de acusación por la falta de respeto de los derechos humanos de la población de refugiados. En los medios se analiza al Líbano como si tuviese la misma estructura institucional del estado de bienestar europeo: escuela pública gratuita y obligatoria para toda la población, seguridad social, etc. Es cierto que en el país hay grandes fortunas, pero no precisamente en las arcas del gobierno. El Líbano tiene una de las mayores deudas de la región, el coste de la vida es de los más altos, y cualquier extranjero percibe que no hay un suministro de servicios proporcional con ese coste. Y en esto los refugiados padecen como cualquier residente nacional o extranjero.
El profesor y analista internacional, especializado en Medio Oriente, George Chaya comenta: “El mundo árabe en general y Occidente en particular cargan con la responsabilidad por sus acciones u omisiones en el problema de los refugiados palestinos. Nadie sensato podría oponerse a que estas personas tengan derecho a una vida mejor y no a ser utilizadas como escudos humanos ni caer víctimas del terrorismo al que sus facciones internas los arrastran, pero parece como si la responsabilidad fuera solo del único país que los ha acogido y al cual los palestinos han colaborado a destruir, Líbano.”
“Los regímenes árabes y musulmanes deben acabar con la falacia de las culpas externas. Esgrimiendo esta falsedad han usado y abusado a su antojo de los palestinos para masacrarlos luego cuando no les fueron necesarios. Este es el tema central y la problemática no se resuelve ampliando sus derechos para que dejen de ser trabajadores rurales dentro del Líbano. Al mismo tiempo Líbano debe resolver su estabilidad y tranquilidad y no puede sumar a sus ya crónicos problemas el de los refugiados por más tiempo.
“Existen alternativas, solo se necesita la voluntad política de la comunidad internacional y dejar de lado la histórica e impúdica carga de sectarismo del mundo árabe. Reubicarlos en otros países árabes y en los países de la migración es una importante, necesaria y positiva opción.” (www.georgechaya.info).

martes, 12 de octubre de 2010

Al servicio de la verdad y del bien

En el Hyde Park de Londres, durante la vigilia de la beatificación de John Henry Newman, dijo Benedicto XVI: “La vida de Newman nos enseña que la pasión por la verdad, la honestidad intelectual y la auténtica conversión son costosas”. La verdad, que nos hace libres, pide ser testimoniada y escuchada; “y al final su poder de convicción proviene de sí misma y no de la elocuencia humana o de los argumentos que la expongan”. Eso implica que, en nuestro mundo, hay que estar dispuestos en ocasiones a ser “excluido, ridiculizado o parodiado”. En todo caso “no puede haber separación entre lo que creemos y lo que vivimos”. Más aún, “cada uno de nuestros pensamientos, palabras y obras deben buscar la gloria de Dios y la extensión de su Reino”. Lo que importa es descubrir y realizar la “misión concreta” que cada cristiano tiene y que sólo Jesús conoce.

A los jóvenes, y con referencia al lema de su visita al Reino Unido –la divisa newmaniana cor ad cor loquitur–, les indicaba: “Su corazón está hablando a vuestro corazón”. Y llamaba a la generosidad: “Cristo necesita familias para recordar al mundo la dignidad del amor humano y la belleza de la vida familiar. Necesita hombres y mujeres que dediquen su vida a la noble labor de educar, atendiendo a los jóvenes y formándolos en el camino del Evangelio”; como también necesita de la vida religiosa y de los sacerdotes. “Preguntadle al Señor lo que desea de vosotros. Pedidle la generosidad de decir sí. No tengáis miedo a entregaros completamente a Jesús. Él os dará la gracia que necesitáis para acoger su llamada”.

En definitiva, se trata de responder que sí a Dios, de modo coherente y no a la defensiva, con autenticidad, venciendo las dificultades con la fe. El Papa lo había dicho ya con referencia a la Iglesia, en el avión que le llevaba al Reino Unido. Los periodistas le preguntaron, teniendo en cuenta el movimiento actual de ateísmo y a la vez los signos de fe religiosa a nivel personal: “¿Es posible hacer algo para que la Iglesia sea una institución más creíble y atractiva para todos?”
Sorprendió que Benedicto XVI respondiera con lo que podríamos llamar una enmienda a la totalidad, por el procedimiento de negar la premisa mayor: “Diría que una Iglesia que busca sobre todo ser atractiva, estaría ya en un camino equivocado. Porque la Iglesia no trabaja para sí, no trabaja para aumentar los propios números, el propio poder”.

Efectivamente. Por un lado, ¿no es la tendencia de cada uno y de cada una el buscar atraer hacia sí, ser centro de admiración o prestigio, poseer al otro o a los otros? ¿No es el afán por aumentar el número de seguidores y la influencia sobre la sociedad, una tendencia típica de los grupos y de las instituciones humanas? Claro que, tratándose de la Iglesia, ¿acaso no debe buscar la adhesión al Evangelio del mayor número posible de personas? ¿Qué hay de malo en ello? Y se podría, responder: nada malo, pero el Papa no se refiere a eso. El problema está en ese buscar “sobre todo” o ante todo la atracción; ponerla en primer lugar, por delante del servicio de la verdad y del amor, que son la razón de ser del servicio evangelizador: ése sería el error.
Lo exponía Benedicto XVI con claridad: “La Iglesia está al servicio de Otro, no está al propio servicio, no está para ser un cuerpo fuerte, sino para hacer accesible el anuncio de Jesucristo, las grandes verdades, las grandes fuerzas de amor y de reconciliación, que han aparecido en esta figura y que vienen siempre de la presencia de Jesucristo”.

Jesucristo, su persona, su mensaje y su obra. Esto es lo que explica el servicio de la Iglesia al mundo y a cada persona. Y en eso consiste la trasparencia de la Iglesia: en actuar según lo que es, según su naturaleza. Así ella es auténtica, eficaz y, como consecuencia no buscada en primer lugar, resulta atractiva, porque la santidad nunca deja de atraer.
En palabras del Papa, “la Iglesia no busca ser atractiva, sino que debe ser trasparente para que aparezca Jesucristo. Y en la medida en que no está para sí misma, como cuerpo fuerte y poderoso en el mundo, sino que se hace sencillamente voz de Otro, se convierte realmente en transparencia de la gran figura de Cristo y de las grandes verdades que ha traído a la humanidad, de la fuerza del amor. Si es así, es escuchada y aceptada”. En definitiva, “la Iglesia no debería considerarse a sí misma sino ayudar a considerar a Otro, y ella misma debe ver y hablar de Otro y por Otro”.

Es esta una luz poderosa para el ecumenismo, pues cuando los cristianos –católicos, anglicanos, etc.– buscan “ante todo” ese servicio, “es entonces cuando la prioridad de Cristo los une y dejan de ser competidores, cada uno buscando el número, sino que están unidos en el compromiso por la verdad de Cristo, que entra en este mundo, y de este modo se encuentran también recíprocamente en un verdadero y fecundo ecumenismo”. Toda una lección de humildad, realismo y profundidad cristiana y teológica, útil también para cada persona y grupo humano. ¿Qué sucedería si buscáramos por encima de todo servir a los demás en nuestro trabajo y realizando nuestro deber?


Ramiro Pellitero, Instituto Superior de Ciencias Religiosas, Universidad de Navarra