Por qué el matrimonio gay es una mala idea
La
agitación en torno al matrimonio gay no tiene nada que ver con la libertad y la
igualdad, y sí mucho con que algunas élites han descubierto aquí una nueva
misión moral. Esto es lo que detecta Brendan O’Neill, director de spiked, donde se publicó originalmente este
artículo, con más referencias a la propuesta en el Reino Unido (1).
Una nueva clase ha creado por arte de magia una pseudocausa
por la cual definirse a sí misma y a sus valores
Cualquiera que se haga la sencilla pregunta de
por qué el matrimonio gay ha llegado a ser un tema del que tanto se habla en
Norteamérica y en Europa, sin duda concluirá que es la cuestión política más
surrealista de nuestro tiempo. No hay campaña popular en su favor;
históricamente, los gays no han tenido interés por casarse; y según una
reciente encuesta, aunque el 45% de los británicos apoyan el matrimonio gay, el
78% creen que legalizarlo no debería ser una prioridad del Parlamento.
Sin
demanda popular
Nada cuadra en el debate sobre el matrimonio homosexual. Nada. Por ejemplo, el derecho al matrimonio homosexual se presenta como un radical toque de generala equivalente a las luchas en pro del sufragio femenino o de los derechos civiles; y, sin embargo, recibe el respaldo entusiasta de instituciones tan insuperablemente ajenas a todo radicalismo como The Times, Goldman Sachs y David Cameron.
Nada cuadra en el debate sobre el matrimonio homosexual. Nada. Por ejemplo, el derecho al matrimonio homosexual se presenta como un radical toque de generala equivalente a las luchas en pro del sufragio femenino o de los derechos civiles; y, sin embargo, recibe el respaldo entusiasta de instituciones tan insuperablemente ajenas a todo radicalismo como The Times, Goldman Sachs y David Cameron.
Los políticos afirman que deben hacer “lo que se
debe” acerca del matrimonio homosexual, al igual que sus homólogos de antaño
hicieron lo que se debía hacer dando derecho a voto a las mujeres. Olvidan
mencionar que no ha habido en absoluto una campaña pública tenaz, y nadie se ha
arrojado delante del caballo de la reina en defensa del derecho de los
homosexuales a casarse.
Sedicentes portavoces de los homosexuales
presentan este esfuerzo como la conclusión lógica de sus aproximadamente
sesenta años de campaña en favor de la igualdad, pasando por alto que hubo un
tiempo en que muchísimos activistas homosexuales consideraban el matrimonio y
la familia como problemas y exigían el reconocimiento de su derecho de vivir al
margen de tales instituciones. La transformación del matrimonio homosexual en un
barómetro de la decencia moral explica por qué el debate que lo rodea está
plagado de censura y condena.
Un lazo
en la solapa de las élites
Es este un asunto tan relativamente repentino y tiene tan escasas raíces en las campañas políticas o en la sustancia histórica, que sería igual de razonable que mañana todo político y comentarista sobre la faz de la tierra empezara de pronto a hablar sobre la gran importancia de conceder a las mujeres el derecho de vivir en cabañas construidas en las copas de los árboles. Después de todo, probablemente haya algunas mujeres que deseen llevar una existencia arborícola, y bien podría el público apoyar su derecho a hacerlo, aunque precisando a la vez que eso no debería ser una prioridad parlamentaria. Entonces, ¿por qué Cameron y el gremio de comentaristas no hacen de ello una cuestión importante?
Es este un asunto tan relativamente repentino y tiene tan escasas raíces en las campañas políticas o en la sustancia histórica, que sería igual de razonable que mañana todo político y comentarista sobre la faz de la tierra empezara de pronto a hablar sobre la gran importancia de conceder a las mujeres el derecho de vivir en cabañas construidas en las copas de los árboles. Después de todo, probablemente haya algunas mujeres que deseen llevar una existencia arborícola, y bien podría el público apoyar su derecho a hacerlo, aunque precisando a la vez que eso no debería ser una prioridad parlamentaria. Entonces, ¿por qué Cameron y el gremio de comentaristas no hacen de ello una cuestión importante?
Dado lo surrealista del asunto, resulta
sorprendente que tantas personas inteligentes tomen en serio el matrimonio
homosexual, diciendo con aire de gravedad: “Sí. Yo respaldo por completo que se
legalice este derecho histórico vilipendiado durante tanto tiempo”. Lo que en
cambio deberían hacer es preguntarse si el matrimonio entre homosexuales es
realmente una cuestión y dilucidar cómo ha llegado a ser un campo de batalla
definitorio en las modernas Guerras Culturales. Pues, según tengo para mí, lo
que aquí está sucediendo es que, so capa de “ampliar la igualdad”, en realidad
estamos presenciando la consolidación instintiva de una nueva clase, de un
nuevo escenario político, que, carente de los conocidos postes indicadores morales
del pasado, ha creado por arte de magia una seudocausa por la cual definirse a
sí misma y a sus valores.
La razón por la que la cuestión del matrimonio
homosexual puede parecer surgida de la nada, y haber llegado a estar en todas
partes, consiste en que es algo totalmente impulsado por las élites, de arriba
abajo. La verdadera fuerza motriz que lo respalda no es ninguna ansia real ni
públicamente manifestada de las parejas homosexuales por casarse, menos aún un
afán público más general por la reforma de la institución del matrimonio; más
bien consiste en la necesidad de la clase política y mediática de hallar una
cuestión con la que expresar sus valores y anunciar su superioridad. El
matrimonio entre homosexuales no es un cuestión real: es un distintivo
cultural, como lucir un lazo rosa para mostrar que nos preocupa el cáncer de
mama.
Pese a
la indiferencia de las masas
Uno de los aspectos más chocantes en torno al matrimonio homosexual es la disparidad entre el sentimiento de las masas por la cuestión (que es entre débil e inexistente) y la pasión que por ella siente la élite (que es intensa). Todo tipo de instituciones elitistas, desde partidos políticos hasta enormes empresas, están poniéndose en fila para respaldar la “causa” del matrimonio homosexual por haber detectado que es la cuestión por medio de la cual los de su clase pueden ahora exhibir su santidad.
Uno de los aspectos más chocantes en torno al matrimonio homosexual es la disparidad entre el sentimiento de las masas por la cuestión (que es entre débil e inexistente) y la pasión que por ella siente la élite (que es intensa). Todo tipo de instituciones elitistas, desde partidos políticos hasta enormes empresas, están poniéndose en fila para respaldar la “causa” del matrimonio homosexual por haber detectado que es la cuestión por medio de la cual los de su clase pueden ahora exhibir su santidad.
De modo que no son sólo instituciones mediáticas
conservadoras del viejo mundo, como The
Times, ni partidos de derechas como los conservadores, los que declaran su
apoyo al matrimonio homosexual; también lo hace el consejero-delegado de
Goldman Sachs, Lloyd Blankfein. Este se ha convertido en portavoz de uno de los
mayores grupos pro derechos de los homosexuales de los Estados Unidos,
apareciendo en sus anuncios para afirmar: “Yo apoyo la igualdad en el
matrimonio”.
La intervención de Goldman Sachs no tiene pies ni
cabeza, salvo como parte de un proceso de rara e instintiva redefinición de las
élites en torno a este asunto. El matrimonio homosexual se ha convertido en el
gran cosmético de instituciones desacreditadas o desorientadas; tanto, que
hasta un odiado banco de inversiones ve provechoso enrolarse en la causa.
Lo que efectivamente tenemos aquí es la formación
de una nueva camarilla por medio de una cuestión cuidadosamente seleccionada.
En una época en la que las tradicionales líneas divisorias políticas importan
poco y cuando ha decaído la antigua moralidad, se da un tanteo instintivo en
busca de algo, cualquier cosa, a través de la cual uno pueda afirmar de nuevo
su seriedad moral y su superioridad cultural. Y en los últimos años el
matrimonio homosexual se ha convertido en la principal plataforma de semejante
acicalamiento de las élites.
Barómetro
de la decencia moral
Resulta, pues, asombroso que un escritor partidario de los Tories haya argumentado que no importa que el público no esté entusiasmado en masa por el matrimonio homosexual, ya que “el verdadero arte de gobernar no espera a obtener permiso en referéndum: un gobierno promulga medidas civilizadoras porque eso es lo que hay que hacer” (2). Aquí se establece un contraste explícito entre la sensibilidad de la élite y la indiferencia de la masa ante cuestiones culturales aparentemente importantes. El matrimonio homosexual se considera claramente como una oportunidad de demostrar “verdadero arte de gobernar” en un momento en el que otras oportunidades de hacerlo son escasas e infrecuentes para nuestros distantes dirigentes.
Resulta, pues, asombroso que un escritor partidario de los Tories haya argumentado que no importa que el público no esté entusiasmado en masa por el matrimonio homosexual, ya que “el verdadero arte de gobernar no espera a obtener permiso en referéndum: un gobierno promulga medidas civilizadoras porque eso es lo que hay que hacer” (2). Aquí se establece un contraste explícito entre la sensibilidad de la élite y la indiferencia de la masa ante cuestiones culturales aparentemente importantes. El matrimonio homosexual se considera claramente como una oportunidad de demostrar “verdadero arte de gobernar” en un momento en el que otras oportunidades de hacerlo son escasas e infrecuentes para nuestros distantes dirigentes.
La transformación del matrimonio homosexual en un
barómetro de la decencia moral explica por qué el debate que lo rodea está tan
plagado de censura y condena. Ésta es otra chocante diferencia entre los viejos
reformadores genuinamente democráticos y quienes hoy apoyan el matrimonio
homosexual: mientras los verdaderos reformadores estaban a favor de la
transparencia y el debate, el grupo de presión pro matrimonio homosexual parece
mucho más interesado en sofocar todo desacuerdo.
En palabras de una colaboradora de The Guardian, “existen algunos temas que
deben ser discutidos en tonos grises, reconociendo sutilezas y diferencias
culturales. El matrimonio entre personas del mismo sexo no es uno de ellos.
Solo hay una postura correcta” (3). Queda claro que no es éste un problema
político tal y como lo habríamos entendido antes, en el que distintas opiniones
chocan y compiten en busca de apoyo; es más bien semejante a una nueva
restricción religiosa, cuyo objetivo es distinguir entre los que son Buenos (la
élite de incondicionales del matrimonio homosexual) y los que son Malos (aquellos
que se oponen o a los que no es posible entusiasmar con ello).
Devaluación
del matrimonio
Algunas personas dirán: ¿Qué más da que la campaña en pro del matrimonio homosexual sea un poco snob y excéntrica? Al menos sus consecuencias serán una mayor igualdad y “derechos nupciales” auténticos para los homosexuales.
Algunas personas dirán: ¿Qué más da que la campaña en pro del matrimonio homosexual sea un poco snob y excéntrica? Al menos sus consecuencias serán una mayor igualdad y “derechos nupciales” auténticos para los homosexuales.
Pero incluso en sí mismo, el matrimonio
homosexual es una mala idea por muchos motivos. Principalmente porque, aunque
se nos presente como un acto maravillosamente generoso de elevación cultural
(de las parejas homosexuales), constituye –lo que es más importante– un
irreflexivo acto de devaluación cultural (del matrimonio tradicional).
Una institución a la que se incorporan millones
de personas por razones muy específicas –a menudo, aunque no siempre, con el
fin de procrear– está siendo degradada con toda indiferencia, llegando el
gobierno liberal-conservador a proponer que las palabras “marido” y “esposa”
dejen de ser utilizadas en documentos oficiales. El repentino lavado orwelliano
de los archivos públicos aplicado a dos títulos tan antiguos, demuestra hasta
qué extremo está la élite dispuesta a hacer caso omiso de identidades
tradicionales en su busca de una nueva identidad propia como personas morales y
respetuosas de la homosexualidad.
Más
grande que las parejas
Bueno, quizá piense usted que la institución del matrimonio debería ser devaluada, que está acartonada, que es conservadora y que necesita una revisión general. De acuerdo. Entonces, argumente usted en pro de ello de forma transparente y honesta. Pero nadie sale ganando con la farsa del matrimonio homosexual. La realidad es que el matrimonio no tiene que ver simplemente con la cohabitación o la pareja; ni siquiera con mantener una relación intensa. Históricamente, su contenido ha sido mucho mayor: la creación de una unidad, dotada de sus propias normas, que es reconocida por el Estado y la sociedad como una unión característica, a menudo celebrada con el fin de criar una nueva generación.
Bueno, quizá piense usted que la institución del matrimonio debería ser devaluada, que está acartonada, que es conservadora y que necesita una revisión general. De acuerdo. Entonces, argumente usted en pro de ello de forma transparente y honesta. Pero nadie sale ganando con la farsa del matrimonio homosexual. La realidad es que el matrimonio no tiene que ver simplemente con la cohabitación o la pareja; ni siquiera con mantener una relación intensa. Históricamente, su contenido ha sido mucho mayor: la creación de una unidad, dotada de sus propias normas, que es reconocida por el Estado y la sociedad como una unión característica, a menudo celebrada con el fin de criar una nueva generación.
Sí, algunas parejas lo contraen por otros motivos
–por compañía, por divertirse, por el convite o por lo que sea–, pero aquí no
hablamos de los motivos de las personas; hablamos del significado de una
institución. Incluir sin distinción a toda relación humana de modo que todo,
desde el amor homosexual a un matrimonio cristiano que quiera tener cinco
hijos, quede homogeneizado bajo el término “matrimonio”, no beneficia a nadie.
Ni a las parejas homosexuales, cuyo “matrimonio” tendrá escasa profundidad o
significado histórico, ni a los matrimonios actuales, algunos de los cuales
pueden sentir que su identidad queda corroída.
spiked apoya
sin reservas el derecho de las personas a vivir sus vidas como les parezca
bien, dentro o al margen de instituciones “respetables” como el matrimonio y la
familia, y libres de toda interferencia del Estado. Pero la campaña del
matrimonio homosexual no tiene nada que ver con la libertad ni con la igualdad.
Más bien se trata de una cínica campaña de pavoneo moral oportunista por parte
de la élite cultural que llevará a que los homosexuales queden engatusados con
una forma de “matrimonio” francamente carente de significado y, al mismo
tiempo, a que los matrimonios descubran que la antigua institución a la que se
han incorporado está siendo aún más privada de sentido. Digamos “no quiero” al
matrimonio homosexual.
_______________________________
Notas
(1) www.spiked-online.com, 22-03-2012.
(2) Matthew d’Ancona, “The case for gay marriage is fundamentally conservative –it will strengthen Britain’s social fabric” (The Daily Telegraph, 10-03-2012).
(3) Hadley Freeman, “New York must pass the same-sex marriage bill” (The Guardian, 21-06-2011).
(2) Matthew d’Ancona, “The case for gay marriage is fundamentally conservative –it will strengthen Britain’s social fabric” (The Daily Telegraph, 10-03-2012).
(3) Hadley Freeman, “New York must pass the same-sex marriage bill” (The Guardian, 21-06-2011).
© 2012: spiked Ltd.
© 2012 de la versión española, realizada por Paulino Serrano: Aceprensa, S.A.
© 2012 de la versión española, realizada por Paulino Serrano: Aceprensa, S.A.
Homosexualidad: lo que la ciencia no dice
Stanton
L. Jones, profesor de psicología y rector del Wheaton College de Chicago,
contesta en un artículo publicado por First Things (febrero 2012) algunas ideas muy difundidas
sobre la homosexualidad, que muchos creen demostradas por la ciencia. Jones,
sin embargo, sostiene que las investigaciones hechas hasta ahora no son
concluyentes y que en ocasiones se tergiversan o son malinterpretadas por
motivos ideológicos.
La tendencia actual a sostener el determinismo
biológico en las tendencias sexuales se explica por el interés de equiparar la
causa gay con la lucha contra el racismo
Son varios los tópicos sobre la homosexualidad
que se difunden como verdades indiscutibles y apoyadas en estudios científicos.
Por ejemplo, se dice que la tendencia sexual está determinada biológicamente y
que, por ello mismo, no se puede modificar; se piensa, incluso, que los
intentos por modificarla pueden ser perjudiciales para el equilibrio
psicológico. También está extendida la idea de que las relaciones homosexuales
son equiparables a las heterosexuales, a efectos psicológicos o sociales.
Esas son tesis corrientes entre quienes favorecen
las reivindicaciones gay. En cambio, entre los conservadores que no las apoyan,
es corriente creer que la homosexualidad es un trastorno psíquico de raíces
exclusivamente psicológicas o espirituales, y se puede eliminar solo con que el
interesado se empeñe en serio.
Todas estas afirmaciones, según Jones, “proceden
de ideas distorsionadas o equivocadas de los mejores hallazgos científicos
sobre la atracción homosexual”. El origen de la homosexualidad parece estar en
una combinación de factores biológicos, psicológicos y ambientales, sin que
sepamos el grado de influencia de cada uno.
El
problema de las muestras
Existen estudios que parecen apoyar esos tópicos,
pero no resultan concluyentes. Como explica Jones, las investigaciones sobre la
atracción y la conducta homosexual adolecen, en grado mayor o menor, de un
defecto que hasta ahora no se ha podido superar: la falta de representatividad
de las muestras.
Para que un análisis empírico tenga certeza
estadística, hace falta una muestra representativa de la población que se
quiere estudiar. Para ser representativa, la muestra debe tener un tamaño
suficiente y presentar una composición demográfica (edades, lugares de
residencia, clases sociales, etc.) semejante a la población total. También es
necesario que los miembros de la muestra hayan sido seleccionados al azar.
Pero, señala Jones, “las muestras representativas
de personas homosexuales son difíciles de obtener, en primer lugar porque la
homosexualidad es, estadísticamente, un fenómeno poco común”. Un cálculo
realizado por el Williams Institute –un think
tank dependiente de la Facultad de Derecho de Harvard–, estima que entre la
población adulta de EE.UU., Canadá y Europa, son homosexuales el 1,1% de los
hombres y el 0,6% de las mujeres. Esto hace muy difícil encontrar un número
suficiente de participantes en las investigaciones o encuestas para que sean
representativas.
Además, hay un problema de selección de los
participantes. Como los homosexuales son relativamente pocos, y además es
difícil identificarlos si no es por declaración propia, se suele acudir a
miembros de organizaciones gay o poner anuncios para pedir voluntarios. Así, la
falta de aleatoriedad en la muestra impide generalizar los resultados obtenidos
al conjunto de la población homosexual.
Un estudio hecho en Noruega y Suecia concluye que
la tasa de ruptura en los primeros cinco años de las parejas gay es un 50% más
alta que en los matrimonios, y en las parejas de lesbianas, un 167% más.
La
biología no es todo
Hecha esa advertencia, Jones pasa a examinar los
distintos tópicos sobre la homosexualidad.
El primero es que la homosexualidad tiene causas
solo biológicas. Sin embargo, explica Jones, “estudios recientes indican que
factores ambientales –familiares, culturales y de otros tipos– contribuyen
también al nacimiento de la atracción homosexual. Familias desestructuradas, la
ausencia de los progenitores, la maternidad tardía y un entorno urbano, son
factores asociados tanto a la atracción como a la conducta homosexual”.
Otro factor es la experiencia de abusos sexuales
durante la infancia, que sin fundamento alguno había sido rechazado como
hipótesis explicativa. Jones alude a un estudio longitudinal que ha analizado
el comportamiento de un conjunto de personas durante 30 años. Los datos de la
investigación, publicada en Archives of
Sexual Behavior, muestran que en algunos casos puede ser determinante.
Esto, advierte Jones, no implica negar toda
validez a las explicaciones de carácter biológico. Pero las hipótesis de este
tipo no han obtenido por el momento demostración empírica.
La tendencia actual a sostener el determinismo
biológico en las tendencias sexuales se explica más bien, dice Jones, por el
interés de presentar la homosexualidad como un rasgo innato, a semejanza de la
raza, para equiparar la causa gay con la lucha por la igualdad de derechos
civiles. La tendencia homosexual se puede cambiar en
algunos casos, pero eso requiere una fuerte motivación y unas convicciones
firmes
La
hipótesis de las hormonas en la gestación
Así, una teoría sostiene que algunas madres
gestantes reaccionan contra las hormonas masculinas del feto, que en
consecuencia experimenta una masculinización incompleta. Tal reacción se
agudiza en las sucesivas gestaciones de fetos masculinos, de forma que los
hijos varones con hermanos mayores del mismo sexo tienen más probabilidad de
ser homosexuales.
Pero “actualmente, los indicios a favor de dicha
reacción inmunológica son mínimos”, afirma Jones. Ni siquiera defensores de
esta teoría como Anthony Bogaert y Ray Blanchard, que han estudiado la
hipótesis en la población norteamericana, encuentran resultados concluyentes.
Un estudio posterior, más fiable (sobre una muestra de dos millones de daneses
y otra de 10.000 adolescentes norteamericanos) no pudo confirmar esta teoría.
Sin
pruebas de la explicación genética
J. Michael Bailey postuló, a partir de ciertos
estudios, que la orientación sexual se basa en la constitución genética de los
individuos. Ahora bien, si esto fuera cierto, los gemelos idénticos, que
comparten la misma dotación genética, tendrían que desarrollar el mismo tipo de
orientación sexual. Bailey intentó verificar la hipótesis con una investigación
sobre voluntarios reclutados en la comunidad gay de Chicago. Halló que la
coincidencia de orientación sexual era del 52% en los gemelos idénticos, del
22% en los gemelos dicigóticos y del 9% en los hermanos de distintas edades.
Los resultados, aparentemente favorables, recibieron una amplia cobertura
mediática.
Ese trabajo de Bailey tiene un problema de
muestra. Con un grupo más representativo, tomado del Registro de Gemelos de
Australia, el propio Bailey halló una tasa de concordancia mucho más baja, el
11,1%, en los gemelos idénticos. Ni este segundo estudio, ni otro posterior
realizado en Suecia, que redujo la tasa al 9,8%, recibieron apenas eco en los
medios de comunicación.
Otros estudios proponen que la homosexualidad se
hereda y estiman la tasa de transmisión en el 30-50% para los hombres y algo
menos en el caso de las mujeres. Pero esas cifras son muy poco significativas,
pues son similares o inferiores a las tasas de herencia observadas en actitudes
muy diversas, como la postura política derechista, la religiosidad o el hábito
de ver mucha televisión (45%).
Lo único que se puede concluir a la vista de las
investigaciones hechas hasta ahora es que la homosexualidad es un asunto
sumamente complejo sobre el que aún hay muchas más incógnitas que certezas. El
origen de la homosexualidad parece estar en una combinación de factores
biológicos, psicológicos y ambientales, sin que sepamos el grado de influencia
de cada uno.
Parejas
menos estables
Otro tópico es que las relaciones homosexuales no
son distintas de las heterosexuales en cuanto a grado de fidelidad y
compromiso, cosa que se aduce en favor del “matrimonio gay”. Los estudios
hechos no apoyan esa idea. Uno de ellos estima en el 82% la tasa de infidelidad
de los gay, frente al 26% de los hombres con pareja femenina. Otro, hecho en
Noruega y Suecia con una muestra más representativa, concluye que la tasa de
ruptura en los primeros cinco años de las parejas gay es un 50% más alta que en
los matrimonios, y en las parejas de lesbianas, un 167% más.
Por otro lado, para defender la adopción de niños
por parte de parejas homosexuales, se suele afirmar que los educados en un
entorno homosexual no tienen mayor probabilidad de desarrollar la misma
tendencia sexual. Las investigaciones, según Jones, sugieren más bien lo
contrario. “La paternidad gay triplica o cuadruplica el índice de
homosexualidad”, que pasa del 2% al 8%, “lo que constituye un efecto relevante
desde un punto de vista estadístico”.
¿Se
puede cambiar?
“La influencia de factores biológicos no excluye
que se pueda modificar la orientación sexual”, contra lo que creen algunos. En
realidad, no puede decirse que la ciencia haya demostrado la imposibilidad de
cambiar.
Jones se hace eco de una investigación, dirigida
por Mark Yarhouse (Regent University) y él mismo, que analizaba el
comportamiento de ciertas personas interesadas en modificar su orientación
homosexual. Se estudiaron 98 casos (72 hombres y 26 mujeres) que se
inscribieron en uno de los programas terapéuticos de Exodus International.
Los resultados del estudio son los siguientes: el
23% de las 63 personas que completaron el programa terapéutico logró modificar
su atracción y se convirtió en heterosexual; el 30%, si bien no cambió de forma
completa, al menos afirmó que había abandonado las prácticas homosexuales y
había dejado de identificarse como homosexual; el 20% no apreció cambios
significativos en su tendencia y el 27% continuó el proceso, si bien con
resultados en general poco satisfactorios. Jones subraya, por otro lado, que
“el intento de cambiar de orientación sexual no ha conllevado en ellos ningún
aumento del malestar psicológico; más bien, les ha producido mejoras en su
equilibrio mental”.
Un
fenómeno complejo
Siendo coherente con sus repetidas advertencias,
Jones señala que tampoco en su propio estudio la muestra es representativa y,
por tanto, no se pueden generalizar los resultados. Pero al menos “se puede
afirmar que la orientación sexual es a veces mudable”.
La homosexualidad, como fenómeno complejo que es,
admite muchas variantes, unas más “modificables” que otras: la posibilidad de
cambiar de orientación sexual depende, entre otras cosas, de la motivación
personal de quien se lo propone, y de sus convicciones.
Así, “la mayoría de los que buscan el cambio y la
mayoría de los que finalmente cambian son personas de sólida fe religiosa; los
individuos que creen que Dios interviene en su vida y que se encuentran
integrados en comunidades que les atienden se encuentran motivados por su
profundo conocimiento de quiénes son como persona delante de Dios”.