sábado, 29 de noviembre de 2014

La preparación al matrimonio

La preparación al matrimonio requerirá más tiempo

Mejorar la preparación al matrimonio y el acompañamiento de los recién casados son dos de las propuestas estrellas del Sínodo sobre la familia. Frente a la modalidad de los cursos exprés de fin de semana, se extiende la idea de que junto a la preparación inmediata para la boda hace falta una más profunda orientada a consolidar la fe de los novios, así como sus planteamientos antropológicos y su comprensión del matrimonio. Esta sería la mejor medicina preventiva frente al problema de los católicos divorciados.
El documento final de la Asamblea general extraordinaria del Sínodo, celebrada del 5 al 19 de octubre, esboza en dos de sus proposiciones más respaldadas una línea de avance en la pastoral familiar: el punto nº 39, aprobado con 176 votos positivos frente a 4 negativos, destaca que los programas específicos de preparación para el matrimonio vayan acompañados de una “genuina experiencia de participación en la vida eclesial”.
Unido a lo anterior, el punto nº 40 (179 votos positivos frente a uno negativo) insiste en que en los años iniciales del matrimonio, los casados cuenten con el apoyo de otros matrimonios con experiencia que les orienten en las “necesidades concretas” de esos años.
Ambas propuestas, que habrá de concretar la Asamblea ordinaria del Sínodo sobre la familia previsto para 2015, van en la línea de las recomendaciones hechas por Juan Pablo II en la exhortación apostólica Familiaris consortio (1981). El “Papa de la familia”, como lo denominó el Papa Francisco en la homilía de su canonización, subrayó en ese documento que “la Iglesia debe promover programas mejores y más intensos de preparación al matrimonio” (nº 66) así como una “pastoral postmatrimonial” (nº 69), sobre todo entre las familias jóvenes.
Reforzar la preparación al matrimonio ha sido una propuesta unánime en el Sínodo de Obispos sobre la familia

Un proceso gradual y continuo

La Familiaris consortio concibe la preparación al matrimonio como “un proceso gradual y continuo”, con tres fases: lapreparación remota a niños, adolescentes y jóvenes, que va orientada a forjar el carácter y a educar en la visión de la vida como vocación al amor; la preparación próxima a quienes ya están prometidos, “a fin de que el sacramento sea celebrado y vivido con las debidas disposiciones morales y espirituales”, y que incluye la formación en diversos aspectos de la vida familiar; y la preparación inmediata, justo antes de la boda.
Benedicto XVI se refirió expresamente a estas tres etapas en un discurso de 2010 a la asamblea plenaria del Pontificio Consejo para la Familia. Y volvió a mencionarlas en su discurso a la Rota romana, en 2011. En esa ocasión recordó, además, que el cuidado pastoral de los novios pasa por “la verificación previa de sus convicciones sobre los compromisos irrenunciables para la validez del sacramento del matrimonio” (cfr. Aceprensa, 24-01-2011).
En la misma línea, el Papa Francisco subrayó hace unos días la necesidad de alargar el tiempo de preparación al matrimonio: “No se puede preparar novios al matrimonio con dos encuentros, con dos conferencias”, dijo al responder a una pregunta en la audiencia con el movimiento Schoenstatt. “La preparación al matrimonio tiene que venir de muy lejos (…) Muchos no saben lo que hacen, y se casan sin saber qué significa, las condiciones, qué prometen”.
El Consejo Pontificio para la Familia está elaborando un vademécum sobre la preparación al matrimonio

Un vademécum en preparación

Como se ve, el largo proceso de discernimiento y de formación propuesto por los tres últimos papas dista mucho de parecerse a los cursos exprés de fin de semana a los que hoy asisten muchos novios cristianos.
Para corregir esta situación, el Pontificio Consejo para la Familia está elaborando un vademécum sobre la preparación al matrimonio. El primer borrador estaba listo en 2010 pero, según explica el secretario del Consejo, mons. Jean Laffitte, se decidió posponerlo para recoger las experiencias de distintas Conferencias episcopales del mundo. En estos momentos se está traduciendo a varias lenguas, para su próxima publicación.
En España, la preparación al matrimonio fue una de las líneas de mejora que marcó a las diócesis la Conferencia episcopal en el documento La verdad del amor humano, publicado en 2012 (cfr. Aceprensa, 5-07-2012).
Citando el Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España (2003), el documento recomienda crear “unositinerarios de fe en los que, de manera gradual y progresiva, se acompañará a los que se preparan para el matrimonio. En ningún caso se pueden reducir a la transmisión de unas verdades, sino que debe consistir en una verdadera formación integral de las personas en un crecimiento humano, que comprende la maduración en las virtudes humanas, en la fe, la oración, la vida litúrgica, el compromiso eclesial y social, etc”.
“No se puede preparar a los novios para el matrimonio con dos conferencias” (Papa Francisco)
Aunque no faltan cursos prematrimoniales organizados por parroquias, movimientos y asociaciones católicas que van en esa línea –por ejemplo, en la parroquia de Nuestra Señora del Buen Suceso, en Madrid, se imparten cursos de tres meses; una duración parecida tienen los de Eduvida, vinculados a Schoensttat, o Gift & Task– prevalecen los que recurren a la modalidad intensiva. En la archidiócesis de Madrid, la oferta va desde los cursos de fin de semana hasta los de cinco días (de lunes a sábado).

Educación sexual antimatrimonio

En un reciente artículo publicado en Public Discourse, la estadounidense Cassandra Hough –fundadora de Love&FidelityNetwok, una organización que promueve la educación para el matrimonio– menciona las conclusiones de dos estudios que muestran los beneficios que suelen traer estos cursos prematrimoniales. En general, las parejas que asisten a esos programas los encuentran útiles.
La propia Hough cuenta que cuando su marido y ella se prometieron, asistieron a un curso prematrimonial que les sirvió para prepararse. Ahora bien, es consciente de que su preparación comenzó muchos años antes: “Y esto es válido para la mayoría de hombres y mujeres, para bien o para mal. Cuando una pareja se compromete, lo hace con un bagaje de ideas y experiencias sobre la intimidad en las relaciones que configuran su comprensión y sus expectativas del matrimonio”.
“Cuando una pareja se compromete, lo hace con un bagaje de ideas y experiencias que configuran sus expectativas del matrimonio” (Cassandra Hough)
Esto les lleva a preguntarse hasta qué punto la educación sexual que hoy se imparte en las escuelas de EE.UU. ayuda o perjudica la preparación al matrimonio. Tras analizar varios programas constata que muchos de ellos promueven el uso del condón y conductas de experimentación sexual alternativas a las relaciones completas como una forma de reducir el riesgo de embarazos entre adolescentes. Lo que termina agravando el problema, pues en ese clima erotizado son más frecuentes las relaciones sexuales entre jóvenes.
Aunque estos programas se presentan como iniciativas a favor de la “salud” sexual, lo cierto es que ni siquiera se ocupan de los efectos emocionales ni psicólogos del sexo antes del matrimonio ni de la promiscuidad sexual. Más que educar, dice Hough, lo que pretenden es “mover a la sociedad en una cierta dirección. Y en esa dirección no interesa que haya muchos matrimonios sólidos y saludables”.
La banalización del sexo a que incitan estos programas ha terminado por favorecer entre los jóvenes una cultura delhookup, donde lo que se lleva son los encuentros efímeros con sucesivas parejas sexuales y sin compromiso emocional. De ahí que Hough califique a estos programas de “decididamente antimatrimonio”.
Aunque el matrimonio puede estar lejos del horizonte de un chaval de 12 o incluso de 20 años, estos programas “no les hacen ningún favor, pues les entrenan durante años en actitudes y comportamientos que debilitan sus probabilidades de tener éxito en su futuro matrimonio”.
Por el contrario, concluye, es la educación en la castidad la que mejor puede preparar a una generación a afrontar la vida matrimonial. Esta “permite comprender y apreciar esa relación única que es el matrimonio, y ayuda a cultivar hábitos que apoyan directamente la fidelidad matrimonial y el amor generoso”.